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5.2. Leyendas dionisiacas de pasión y triunfo

1. Nacimiento y crianza

Los órficos consideraban a Dioniso hijo de Zeus y Perséfone y contaban cómo tras despedazarlo los Titanes, su padre lo reconstruyó a partir del corazón ( Unidad 2.2; fig. 89). Pero, según la tradición más común, nació de Zeus y la tebana Sémele, hija Cadmo y Harmonía (cuadro genealógico nº 7). Higino (Fábulas, 124) da una variante que concilia las anteriores: Prosérpina lo concibió de Júpiter, luego éste dio a Sémele una poción de su corazón triturado y así Sémele quedó encinta: Dioniso, pues,  tendría dos madres. En la tradición mitológica común su doble nacimiento se corresponde con el descrito por el Coro en las Bacantes de Eurípides (84 ss.):

“La que lo portaba en sí, su madre (s.e. Sémele), lo dio a luz como fruto apresurado de su vientre, bajo el estallido del trueno de Zeus, al tiempo que perdía la vida fulminada por el rayo. Al instante en la cámara del parto lo recogió Zeus Crónida, y ocultándolo en su muslo lo alberga, con fíbulas de oro, a escondidas de Hera. Lo dio a luz, cuando las Moiras cumplieron el plazo, al dios de cuernos de oro”.

Ovidio (Metamorfosis, 3. 310 ss.) afirma que Ino rescató el feto del vientre de su hermana, pero Hera la trastornó e intentó matarlo (fig. 90). Sin embargo, según la tradición más extendida, Zeus lo sacó de su muslo y se lo entregó a Hermes, para que lo criaran las Ninfas del monte Nisa, de ahí la etimología de Dioniso como “dios de Nisa” (fig. 91). Estas nodrizas y su ayo, el anciano Sileno, compondrán el primer thíasos dionisiaco (figs. 92-93). Para ocultarlo de las maquinaciones de Hera, las Nisias lo disfrazaron de niña o de cabritillo, y lo ocultaron en una cueva, un mito paralelo a la crianza de Zeus en la gruta  Idea ( Unidad 2.1). El lugar estaba tapizado con yedra y pámpanos de vid, que crecieron al unísono con el dios; al alcanzar la adolescencia, Dioniso probó el fruto y decidió enseñar su cultivo a los hombres (fig. 94).

2. Incidentes en Tracia, Arcadia y Beocia

Esta expedición civilizadora estuvo salpicada de obstáculos y peligros, de los que el dios salió indemne valiéndose de la manía, la locura dionisíaca. Al llegar a Tracia el rey Licurgo apresó su séquito de ménades, sátiros y silenos; Dioniso lo enloqueció y mató con un hacha a su propio hijo, confundiéndolo con un tronco de viña, crimen que los tracios castigaron descuartizando a Licurgo en el monte Pangeo (figs. 95-96). Apolodoro (Biblioteca, 3.5.2) cuenta que por negarse a rendir culto a Dioniso, las mujeres de Argos fueron presas del furor báquico y devoraron a sus niños de pecho. De manera similar, al llegar a Orcómeno de Beocia, el dios invitó a las mujeres a seguirlo a la montaña para celebrar la orgía; pero las tres hijas del rey Minias prefiriendo quedarse en su casa tejiendo; entonces, el dios se les apareció en forma de toro, león y pantera, e hizo brotar del telar néctar y leche. Las Miníades, enloquecidas, mataron al hijo de una de ellas, y se convirtieron en murciélago, lechuza y búho (Antonino Liberal, Metamorfosis, 10).

3. Penteo vs. Dioniso. Muerte de Orfeo

La locura y el desmembramiento (sparagmós) de una víctima humana reaparecen en la historia de Penteo, que sirvió de argumento a Las Bacantes de Eurípides. La acción transcurre en Tebas, la patria de Dioniso, que era considerada el centro del culto orgiástico (Cuadro genealógico nº 7). A la llegada del dios reinaba en la ciudad su primo Penteo, que prohibió celebrar la orgía. Dioniso se vengó adueñándose de la voluntad de todas las tebanas, incluídas las de la familia real, que abandonaron sus casas y subieron al monte Citerón. Más tarde, disfrazado como un sacerdote de su propio culto, se presentó ante Penteo, despertó su curiosidad sobre el rito y lo persuadió para que asistiera disfrazado de bacante. Pero el rey fue descubierto y acosado por las ménades que lo confundieron con una fiera; en la tragedia, cuando su madre Ágave va a atacarlo, Penteo intenta detenerla “pero ella echaba espuma por la boca y revolvía sus pupilas en pleno desvarío, sin pensar lo que hay que pensar. Estaba poseída por Baco y no atendía a Penteo” (1120 ss.) Finalmente, Ágave, sus hermanas Ino y Autónoe, y la turba de bacantes lo descuartizan (1135 ss.).

Al igual que otros episodios de la mitología báquica, la muerte de Penteo ha tenido infinidad de figuraciones tanto en la cerámica griega (figs. 97-98) como en la tradición pictórica: desde el fresco de la Casa de los Vetii, en Pompeya (I d.C.), a los cuadros de Jean Baptiste Bin y Charles Gleyre a mediados del siglo XIX, y los grabados de Picasso. En el siglo XX, la tragedia de Eurípides inspiró  a Holst su Hymn to Dionysos (1913), la ópera Bacchus (1909), con música de Jules Massenet, e incontables versiones teatrales. Entre estas últimas, destaca la adaptación flamenca de La Cuadra de Sevilla (1987), dirigida por Salvador Távora (https://www.youtube.com/watch?v=cxVIf1TdMh8).

El relato sobre la muerte de Orfeo sigue el mismo patrón (fig. 99). Según algunos autores, era sacerdote de Dioniso, pero lo abandonó por Apolo-Helios; según otros, excluyó a las mujeres de las orgías. Ovidio (Metamorfosis, 10. 80 ss.) cuenta que Orfeo rehuía a las mujeres por guardar fidelidad a Eurídice o porque practicaba la pederastia; el caso es que las tracias lo acosaron, le dieron muerte y lo despedazaron: solo se salvó la cabeza, la cual navegando sobre su  lira llegó hasta Lesbos, donde se le instituyó un oráculo (Unidad 3.1).

4. La expedición a la India. Dioniso y Ariadna

A Dioniso, al fin y al cabo hijo de una mortal, no le bastaron estos triunfos para ser admitido entre los Olímpicos, sino que tuvo que mediar en el regreso de Hefesto (§2.1). Las fuentes tardías añaden una nueva prueba: combatir a los indios, como en la historia real había hecho Alejandro Magno (Actividad 2, Unidad 1.1). Según Nonno de Panópolis (Dionisiacas, 13. 19 ss.), se lo ordenó Iris en nombre de Zeus (fig. 100).

Antes o después de esta victoriosa expedición, en la travesía hacia la isla de Naxos fue apresado por unos piratas, que pensaban venderlo como esclavo. Dioniso logró liberarse llenando la nave de sarmientos y hojas de parra, convirtiendo los remos en serpientes y transformándose en un león: estos portentos aterrorizaron a los piratas, que se arrojaron al mar y se transformaron en delfines, según relata el Himno homérico VII. A Dioniso y se representa en una copa de figuras negras, firmada por Exequias (fig. 101).

En Naxos encontró a la Ariadna, hija de Minos, rey de Creta, la cual había sido abandonada allí por Teseo (Unidad 4.2). Sin embargo, Diodoro de Sicilia (Biblioteca histórica, 4. 61) dice que  Dioniso raptó a la heroína para convertirla en su legítima y muy amada esposa (figs. 102-103). Los esponsales se celebraron  cuando él regresó triunfante de la India, como refleja el cuadro de Tiziano (fig. 104). A partir  de entonces, Dioniso, que había tenido algunas aventuras amorosas e hijos - por ejemplo, con Afrodita a Príapo y a Estáfilo con la ateniense Erígone-, fue siempre fiel a Ariadna, su pareja permanente en los banquetes y cortejos báquicos (figs. 105-106). A su muerte, el dios la inmortalizó convirtiéndola en la constelación de la Corona boreal, una de cuyas estrellas, Tíone, era Sémele, a quien su hijo rescató del Hades (fig. 107). Igualmente, honró a las ninfas Nisias transformándolas en la constelación de las Híades.

La que lo portaba en sí, su madre (s.e. Sémele), lo dio a luz como fruto apresurado de su vientre, bajo el estallido del trueno de Zeus, al tiempo que perdía la vida fulminada por el rayo. Al instante en la cámara del parto lo recogió Zeus Crónida, y ocultándolo en su muslo lo alberga, con fíbulas de oro, a escondidas de Hera. Lo dio a luz, cuando las Moiras cumplieron el plazo, al dios de cuernos de oro.

Y todas, con las manos teñidas de sangre, se pasaban una a otra como una pelota la carne de Penteo. Ha quedado esparcido su cuerpo; un trozo al pie de las peñas abruptas y otro entre el follaje denso de la enramada del bosque. No será fácil de encontrar. Y su triste cabeza que ha tomado su madre en las manos, después de hincarla en la punta de un tirso la lleva como si fuera un león salvaje, en medio del Citerón.

¡Oh valeroso Dioniso! Tu padre te anima a aniquilar la raza de los indios, que no conoce la piedad. Ea, alza el tirso guerrero en tus manos y alcanza el cielo a través de tus hazañas, pues el divino palacio de Zeus no te ha de recibir sin arduas fatigas, ni te abrirán jamás las Horas las puertas el Olimpo si no te has esforzado por el triunfo!.

La que lo portaba en sí, su madre (s.e. Sémele), lo dio a luz como fruto apresurado de su vientre, bajo el estallido del trueno de Zeus, al tiempo que perdía la vida fulminada por el rayo. Al instante en la cámara del parto lo recogió Zeus Crónida, y ocultándolo en su muslo lo alberga, con fíbulas de oro, a escondidas de Hera. Lo dio a luz, cuando las Moiras cumplieron el plazo, al dios de cuernos de oro.

¡Oh valeroso Dioniso! Tu padre te anima a aniquilar la raza de los indios, que no conoce la piedad. Ea, alza el tirso guerrero en tus manos y alcanza el cielo a través de tus hazañas, pues el divino palacio de Zeus no te ha de recibir sin arduas fatigas, ni te abrirán jamás las Horas las puertas el Olimpo si no te has esforzado por el triunfo!.

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