Hermes nació en una gruta del monte Cilene, en Arcadia, de Zeus y de Maya, la mayor de las siete Pléyades, hijas de Atlas, la constelación que, según los griegos, anunciaba las estaciones (Eratóstenes, Catasterismos, 23; Unidad 2.1). El Himno homérico IV. A Hermes (V a.C.) aporta sus rasgos característicos (10 ss.): “Entonces la Ninfa parió un niño versátil, de sutil ingenio, saqueador, ladrón de vacas, caudillo de sueños, espía de la noche, vigilante de las puertas, que rápidamente iba a realizar gloriosas gestas ante los ojos de los dioses”.
En efecto, Hermes es un dios polifacético, una primitiva deidad pastoril que se convirtió en el mensajero de Zeus, desplazando a Iris de esta función, en el dios de los caminos y, por extensión, de los comerciantes y los ladrones; en su advocación de lógios era el patrón de los sofistas y los maestros de retórica, y el psicopompós, conductor de las almas en su viaje ultraterreno. Esta evolución funcional va pareja con la iconográfica.
En la época arcaica, Hermes se figura como un varón adulto, con barba y largos cabellos (fig. 29); su cabeza y atributos sexuales se esculpían en los llamados “hermes”, pilares apotropaicos situados en caminos y encrucijadas (fig. 30) y se le solía representar portando un carnero(crióphoros; fig. 31) o un ternero (moschóphoros; fig. 32). Pero, a partir del siglo V a.C., esta figura tosca y pastoril va siendo sustituida por la de un joven imberbe, cuya belleza y proporciones canónicas plasmó Praxíteles (fig. 33). A este segunda tipología remiten las representaciones del Mercurio romano y de la Tradición (fig. 34) En cualquiera de ambos casos, perduran sus atributos distintivos: el bastón con serpientes enlazadas (caduceo), la capa corta (clámide), el sombrero de ala ancha (pétasos), las botas o sandalias aladas y el zurrón (fig. 35). En Roma, Mercurio, protector del comercio, suele portar una bolsa con dinero (marsupio; fig. 36).
Según Vernant (1993), mientras Hestia simboliza el espacio doméstico, centro de la vida social, Hermes representa el elemento que comunica este centro con las fronteras, permitiendo los intercambios entre familias, ciudades y territorios, entre las esferas divina y humana, y entre los vivos y los muertos. Luciano expone su polivalencia de manera humorística, cuando Hermes se queja a Maya de sus múltiples ocupaciones (Diálogo de los Dioses, 4, 1).
Los mitos le atribuyen un carácter ingenioso y astuto, donde se mezclan agilidad mental, elocuencia y sentido del humor. Según el Himno homérico, nada más nacer, fabricó con el caparazón de una tortuga y cañas la primera cítara. A continuación, robó el ganado que cuidaba su hermanastro Apolo, sacrificó dos de los animales y los dividió en doce partes, una para cada uno de los dioses; esta versión sobre la fundación del sacrificio es distinta y menos conocida que la protagonizada por Prometeo (Unidad 2.2). Más tarde, entregó este instrumento musical a Apolo y, luego, intercambió con él otro de sus inventos, la siringa, por la varita de oro, el caduceo (fig. 37).
Fuera de los relatos sobre su infancia, Hermes juega en la mitología un papel secundario, actuando como heraldo e intermediario de su padre en numerosas peripecias. Una de las más famosas fue la muerte de Argo Panoptes, el boyero de cien ojos a quien Hera había encargado la custodia de Ío, transformada en una novilla blanca. Hermes la liberó, según unos, matando al pastor de una pedrada, según otros, durmiéndolo al son de la flauta o con su varita mágica y luego decapitándolo, lo que le valió el apodo de “Argifonte” (“matador de Argo”; fig. 38) (Unidad 3.1; 3.2).
Como dios de los tránsitos, está presente en escenas de nacimiento - por ejemplo, la creación de Pandora (fig. 39)- y en los cortejos nupciales (fig. 40). Como psicopompo, acompaña a los difuntos hasta el reino de Ultratumba, solo o en compañía de Caronte (fig. 41); también participa en el pesado de las almas (kerostasía o psychostasía; fig. 42), para decidir su suerte en el Hades, tema e iconografía que el cristianismo incorpora, sustituyendo a Hermes por otro personaje alado: el arcángel San Miguel (fig. 43). La vinculación de Hermes con el Más allá favoreció su identificación en el periodo helenístico-romano con dioses egipcios como Anubis y Toth. A la figura sincrética resultante, Hermes Trimegisto (“el tres veces grande”), se atribuyó la posesión de un saber oculto -el llamado “hermetismo”- , que se revelaba a los iniciados en ceremonias secretas.
Por la mañana recién levantado tengo que barrer la sala del banquete, y luego de extender el cojín del diván y poner en orden cada cosa, presentarme a Zeus y hacer llegar sus recados, corriendo todo el santo día para arriba y para abajo, y cuando vuelvo, manchado aún de polvo, servir la ambrosía (…) Y lo peor del caso es que de todos soy el único que no duerme por la noche, sino que entonces he de llevarle en comitiva las almas a Plutón, acompañar a los muertos y estar presente en la sesión del tribunal. Por lo visto no tengo bastante con mis quehaceres diurnos, a saber, estar en las palestras, actuar de pregonero en las asambleas e instruir a los oradores, sino que encima, dividido en trozos, he de organizar los asuntos de los muertos.