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5.1. Dioniso: un dios extranjero y extraño

Los griegos veían a Dioniso como una divinidad extraña y poderosa, el extranjero (xénos) que llegaba derramando alegría y gozo sobre quienes le daban hospitalidad, pero aflicción a sus oponentes. La leyenda dionisíaca es la más compleja de la mitología griega y, además, está indisolublemente ligada a sus ritos. Los mitógrafos antiguos distinguieron varios dioses a los que se daba el mismo nombre; los estudiosos modernos, por su parte, coinciden en que Dioniso es producto del sincretismo de dos divinidades independientes y sincréticas, a su vez: un dios egeo de la vegetación y, en particular, de la viticultura, apodado Baco, y otro, el Dioniso-Sabazio de las orgías, originario de Frigia, en Asia Menor, que entró en Grecia por Tracia hacia los siglos IX-VIII a.C.

Sus atributos característicos son el tirso - un bastón coronado por una piña y rodeado de yedra y sarmientos-, pieles de cabras y panteras, sus animales emblemáticos, y el cortejo (thíasos) de ménades (mujeres “locas”), sátiros semi caprinos y silenos (híbridos de hombre y asnos).  En el arte griego es un dios barbudo, de larga cabellera negra, vestido con una túnica larga (fig. 85), iconografía que evoluciona, dando lugar a un nuevo canon, el de Praxíteles (IV a.C.), que se impone en Roma (fig. 86): un joven desnudo e imberbe, con cabellos cortos y ensortijados. Desde el Renacimiento se suele representar con una figura blanda y empuñando una copa, según el modelo de Miguel Ángel (fig. 87), o con un carácter indolente y achispado por el vino, como el Baco de Caravaggio (fig. 88).

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