La estrecha correspondencia entre los dos dioses artesanos, Hefesto y Atenea, se plasma en la aventura erótica frustrada cuyo fruto sería Erictonio, nacido del semen de Hefesto y el suelo ateniense (figs. 7-8; Unidad 2.2; 3.2). Según Apolodoro (Biblioteca, 3.14. 6), el suceso ocurrió después de que Afrodita lo abandonara; no obstante, la atracción de Hefesto por su hermana vendría de lejos, desde que ayudó a Zeus en el parto (Unidad 3.2). Así imagina la escena Luciano (Diálogos de los dioses, 13.2).
En Atenas, Hefesto y Atenea compartían el templo del ágora conocido como Teseion o Hefesteion y un altar en la Acrópolis, en el Erecteion, donde, según los mitos, se crió Erictonio. A partir de la segunda mitad del siglo VI a.C., la actividad industrial fue ganando peso en la economía ateniense; sin embargo, un buen número de artesanos carecían de los derechos cívicos por su condición de extranjeros (“metecos”), lo que permite interpretar en clave sociopolítica un episodio muy popular de la cerámica ática, comenzando por el Vaso François (Unidad 1.2): el regreso de Hefesto al Olimpo (figs. 9-10). En el templo de Dioniso situado detrás del teatro había una pintura sobre el tema, que Pausanias (1.20. 3) relaciona con el mito: “Hera arrojó a Hefesto cuando nació y él, que le guardaba rencor, le envió como regalo un trono de oro que tenía unos lazos invisibles, y que ella, cuando se sentó, quedó atada, y que de los otros dioses a ninguno quiso Hefesto obedecer, pero Dioniso – pues era en el que Hefesto más confiaba- emborrachándole lo condujo al cielo”.
La recompensa para Hefesto era casarse con una hija de Zeus. Según Higino (Fábulas, 166. 2), eligió a Minerva, pero ella defendió su virginidad con las armas; en la tradición más común, la novia es Afrodita. Este matrimonio puso fin al exilio de Hefesto y también permitió a Dioniso incorporarse a los Olímpicos. Hesíodo (Teogonía, 945) dice que la esposa de Hefesto era Áglaye, la menor de las Cárites; en la Ilíada (18. 382) se nombra a Caris, la mayor, y en la Odisea, a Afrodita. Luciano da una versión que concilia las de los poemas homéricos: Caris estaba con él en Lemnos y Afrodita, en el Olimpo (Diálogos de los Dioses, 17.3).
Según la Odisea (8.267 ss.), Afrodita comenzó a engañar a su esposo con Ares después de la boda, adulterio que fue objeto de tratamientos jocosos tanto en la literatura y el arte antiguos como en la posteridad: por ejemplo, el cuadro de Tintoretto (fig. 11) y estos versos de Bernardino de Rebolledo (1597-1676) en la “Fábula de Vulcano y Minerva”(Ocios, LX, 17 ss.): “Cojo, en fin, y semidiós,/ Bien sufrido y mal casado,/ Dio en artífices de fuegos/ Y en ingeniero de rayos;/ Y como sus oficinas/ Son garitos de soldados,/ Dicen que se fue con uno/ Su mujer a picos pardos”.
Helios, el Sol, reveló a Hefesto el engaño y entonces, “a él se le fue el pensamiento y el trabajo que sostenía en su mano de herrero” (Metamorfosis, 4. 175): este es el momento del mito y el verso de Ovidio que Velázquez plasmó en “La fragua de Vulcano” (fig. 12). En la Odisea (8.303 ss.), el propio Hefesto explica su venganza.
Garcilaso hace alusión al suceso, de manera metafórica, en estos versos de la Canción IV: “De los cabellos de oro fue tejida/ la red que fabricó mi sentimiento,/ do mi razón, revuelta y enredada,/con gran vergüenza suya y corrimiento,/ sujeta al apetito y sometida,/ en público adulterio fue tomada,/ del cielo y de la tierra contemplada”. Sin embargo, en general, la escena de los amantes pescados en la red y la hilaridad de los dioses fue tratada en tono burlesco en la tradición renacentista y barroca (figs. 13-14).
Recientemente, el episodio de la Odisea ha inspirado la comedia musical “Los hilos de Vulcano”, estrenada en el Festival de Mérida, en 2006, por la Compañía Toompak, con dirección de Carmen Paris.
HEFESTO.- ¿Qué es esto? ¿Una muchacha armada? (…) Y ella salta y brinca y agita el escudo y blande la lanza y está llena de furor divino. Y lo más importante, en breve se ha puesto guapísima y en la flor de la vida. Tiene ojos verdes pero el casco los resalta y realza su belleza. Así que dámela en matrimonio como pago por mi asistencia al parto. ZEUS.- Es imposible lo que me pides, Hefesto, pues ella va a querer permanecer siempre virgen; por mi parte no puedo decir nada en contra. HEFESTO.- Eso es lo que yo quería; el resto corre de mi cuenta y voy a raptarla ya. ZEUS.- Si te resulta fácil, hazlo, sólo que sé muy bien que tus amores son imposibles.
Padre Zeus y los demás dioses felices que vivís siempre, venid aquí para que veáis un acto ridículo y vergonzoso: cómo Afrodita, la hija de Zeus, me deshonra continuamente porque soy cojo y se entrega amorosamente al pernicioso Ares; que él es hermoso y con los dos pies, mientras que yo soy lisiado (…) Pero no van a desear ambos seguir durmiendo, que los sujetará mi trampa y las ligaduras hasta que mi padre me devuelva todos mis regalos de esponsales cuantos le entregué por la muchacha de cara de perra. Porque su hija es bella, pero incapaz de contener sus deseos.