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2.2. Ares y Afrodita

 

Ovidio transmite otra leyenda, sin paralelos griegos, según la cual Marte estaba enamorado de Minerva: “Portador de armas como soy, me abraso absorto en el amor de Minerva, portadora de armas, y desde largo tiempo alimento esta herida” (Fastos, 3. 675 ss.). Para satisfacer su deseo, pidió ayuda a la vieja Anna Perenna y ella le gastó una broma, acudiendo a la cita en lugar de la hija de Júpiter.

Con todo, en la mitología grecolatina el gran amor de Ares-Marte fue Afrodita-Venus, una relación que en Grecia casi siempre es adúltera, mientras que en Roma tiene connotaciones matrimoniales, como demuestran los retratos de la pareja en sarcófagos y frescos pompeyanos (fig. 23). De sus amores nacieron Eros, Anteros y Harmonía, así como el Miedo (Phóbos) y el Terror (Deimós), que personifican emociones relacionadas con la guerra y a quienes suele acompañar la Discordia (Eris), hija de la Noche (Unidad 3.2; 2.1).

En la filosofía, la relación de Afrodita y Ares fue interpretada como símbolo de la dialéctica entre atracción y repulsión, concordia y discordia, pacto y conflicto, en suma, entre la paz y la guerra. A esta idea responde la invocación a Venus de Lucrecio (ca. 99-55 a.C.).

Por otra parte, de acuerdo con las alegorías astrales, cuando el planeta Venus se encontraba en conjunción con Marte, aplacaba su influjo sangriento y lo dominaba. Esta exégesis subyace en numerosos tratamientos pictóricos del Renacimiento y el Barroco, por ejemplo, el cuadro de Rubens, donde Venus y Cupido intentan contener la furia de Marte (fig. 24), el  carro triunfal de Venus de Francesco del Cossa (fig. 25), los dos amantes presidiendo “El Parnaso” de Mantegna (fig. 26), y las escenas pintadas por Botticelli y  Piero di Cosimo, donde la pareja reposa, mientras  Eros y Anteros, símbolos del deseo y el amor correspondido, juegan con las armas de su padre (figs. 27-28). El siguiente soneto de Francisco Aldana (1537-1578) refleja estas interpretaciones.

Gustav Holst (1874-1934) recuperó el simbolismo astrológico y teosófico de los dioses en la suite orquestal The Planets (1918), cuyo primer movimiento está dedicado al planeta Marte “portador de la guerra” y el segundo, a Venus “portador de la paz”. El “Marte” de Holst inspiró a John Williams la música de la película Star Wars (1977), de George Lucas, y a Hans Zimmer la de Gladiator (2000), de Ridley Scott.

Los feroces trabajos de la guerra los rige Marte, señor de las armas, quien suele abandonarse a tu regazo, rendido por eterna y amorosa herida, y, reclinando así su bien torneada cerviz, levanta hacia ti la vista y apacienta de amor sus ávidos ojos sin saciarse jamás y queda tendido, suspenso su aliento en tus labios. Mientras reposa así sobre tu cuerpo augusto, oh divina, inclínate hacia él y derrama de tus labios dulces voces pidiéndole, oh gloriosa, plácida paz para los romanos (1. 29 ss.).

Junto a su Venus, tierna y bella, estaba
todo orgulloso Marte, horrible y fiero,
cubierto de un templado y fino acero
que un claro espejo al sol de sí formaba;
y, mientras ella atenta en él notaba
sangre y furor, con rostro lastimero,
un beso encarecido al gran guerrero
fijó en la frente y de él toda colgaba.
Del precioso coral tan blando efeto
salió que al fiero dios del duro asunto
hizo olvidar con nuevo, ardiente celo.
¡Oh, fuerza extraña!, ¡oh, gran poder secreto,
que puede un solo beso en solo un punto
los dioses aplacar, dar ley al cielo!

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