El viaje de Eneas no es propiamente un nóstos, sino una huida a la desesperada de la destrucción de Troya, aunque su peripecia ha tenido tanta o más repercusión que la Odisea gracias a la Eneida de Virgilio. En ella el poeta retomó la figura del troyano Eneas, hijo de Venus y de Anquises, a quien ya Homero elogió en la Ilíada. Virgilio parte de una profecía según la cual a Eneas le estaba designado sobrevivir a la guerra y hacer que el linaje troyano no se extinguiera, fundando así una nueva Troya. Eneas huye de la ciudadela llevando consigo a su padre Anquises, a su hijo Ascanio y los Penates de Troya (fig. 60), realizando un periplo muy similar al de Odiseo y al de los Argonautas (Unidad 4.1), ayudado siempre por su madre Venus, pero con la diosa Juno en su contra, que ordena a Éolo que desate una tempestad para que naufrague. Sin embargo, llega a Cartago y se desarrolla el episodio de sus amores con Dido, de gran pervivencia en la literatura, las artes plásticas, la ópera, etc. (fig. 61-62). Advertido por los dioses de que debe cumplir su misión, Eneas abandona a Dido y esta se suicida.
Llega Eneas a Sicilia y se celebran los juegos fúnebres por la muerte de Anquises, a quien se encuentra después en los Infiernos, cuando desciende acompañado por la Sibila para conocer los pormenores de su viaje. Una vez que llega a tierras itálicas, Eneas se enfrenta con Turno, rey de los rótulos, que pretendía como él la mano de Lavinia, hija del rey Latino. Finalmente, Eneas vence a Turno y obtiene la mano de Lavinia, iniciándose a partir de él la proto-historia romana por vía de Julo-Ascanio, ascendente de Rea Silvia, la madre de Rómulo y Remo, los míticos fundadores de Roma.