Muerto Aquiles, Odiseo y Áyax Telamonio se disputan sus armas y, ante la victoria de Odiseo con la ayuda de Atenea, Áyax enloquece, destroza su campamento y mata un rebaño creyendo que es un ejército. Cuando recobra la cordura se suicida arrojándose sobre su propia espada, argumento de la tragedia Áyax de Sófocles (fig. 39).
Ante las dificultades de los griegos para tomar Troya, se recurre a los adivinos: según algunos Calcante, el adivino del ejército griego, según otros Héleno, hijo de Príamo, capturado por Odiseo, que había recibido el don profético de Apolo. Sea como sea, el vaticinio es el mismo: es necesaria la presencia en Troya de Filoctetes con las armas de Heracles (cf. supra §6.2.2) y de Neoptólemo, el hijo de Aquiles y Deidamía (cf. supra §6.1.5). Una vez llegado este, marcha junto con Odiseo a Lemnos para traer de vuelta a Filoctetes, a quien convencen a regañadientes (argumento de la tragedia Filoctetes de Sófocles), pero parte con ellos y lucha en Troya con Paris, a quien hiere de muerte con una de las flechas de Heracles.
Sin embargo, la ciudadela sigue sin caer, pues los griegos debían aún robar el Paladio –estatua de Atenea que cayó del cielo en tiempos de Ilo, fundador de Troya, que aseguraba su indestructibilidad– y hacerse con los huesos de Pélope, el que había sido despedazado por su padre Tántalo y reconstruido por Zeus (Unidad 2.2). Así, pues, Odiseo y Diomedes entran a escondidas en Troya y consiguen robar el Paladio (o al menos uno de los muchos que había), mientras que otros fueron enviados al Peloponeso en búsqueda de la reliquia de Pélope, a saber, el hombro de marfil instalado por Zeus en lugar del devorado por la diosa Deméter.
Teniendo todos los objetos mágicos en su poder, se lleva a cabo la gesta definitiva: Atenea (u Odiseo por inspiración de Atenea) maquina la estratagema del caballo, construido con madera y con restos de los barcos. Entonces unos griegos abandonan la Tróade, otros se esconden dentro del caballo y lo dejan a las puertas de Troya con una inscripción que afirma ser una ofrenda para Atenea (fig. 40). Creyéndose el engaño, los troyanos pretenden introducir el caballo en la ciudadela, pero Casandra, hija de Príamo, que tenía el don de la profecía y pero nadie la creía por castigo de Apolo, advirtió que dentro estaba el enemigo, como también hizo Laocoonte, el adivino troyano, pero del mar surgieron dos monstruosas serpientes enviadas por Poseidón que lo mataron justo con sus hijos (fig. 41). Los troyanos entendieron el prodigio como un aviso de la diosa Atenea e introdujeron el caballo.
Durante la noche, mientras los troyanos se dan a la celebración, regresan los ejércitos griegos falsamente retirados y reciben una señal luminosa de que el engaño había surtido efecto. Entretanto, Helena se acerca al caballo, sospechando que había soldados dentro, e imita las voces de las mujeres de los principales jefes griegos, pero Odiseo impide que salgan del caballo hasta el momento justo. Sucede, pues, la destrucción de Troya desde dentro, la matanza, el saqueo y el cautiverio. Uno de los primeros en morir fue Astianacte, hijo todavía niño de Héctor y Andrómaca, arrojado por Neoptólemo desde las murallas de la ciudad. Casandra, refugiada en el templo de Atenea, es arrastrada a la fuerza por Áyax Oileo (fig. 42-43), y Políxena, la que había sido amada por Aquiles (cf. supra §6.2.5), es degollada sobre la tumba del héroe por Neoptólemo (fig. 44). El viejo Príamo, como la mayoría de los varones, también es asesinado y, tras el saqueo absoluto de la ciudad y la recuperación de Helena, los griegos inician su accidentado regreso.