El detonante directo de la guerra de Troya es el célebre rapto (consentido o no) de Helena por Paris. Las fuentes más antiguas atribuyen a Helena un rapto consentido, enamorada del troyano, o un verdadero rapto a la fuerza, pero desde el poeta lírico Estesícoro se populariza una versión que restituye el honor de la heroína: no solo no habría consentido el rapto, sino que Paris huye a Troya con un simulacro de Helena, versión seguida por Eurípides (Helena 31- 36):
Pero Hera, ofendida por no haber vencido a sus rivales, convirtió en vano viento mi unión con Alejandro, y no fui yo lo que abrazaba el hijo del rey Príamo, sino una imagen viva semejante a mí que la esposa de Zeus había fabricado con aire celeste. Y él creyó que me poseía, vana apariencia, sin poseerme.
Sea como sea, el rapto de Helena hace que Menelao pida ayuda a su hermano Agamenón y, en virtud del juramento de los pretendientes (supra §6.1.2), se convocan las huestes griegas para navegar hacia Troya y recuperar a Helena. Todos los pretendientes acudieron a la llamada; solo Odiseo intentó no participar en la guerra, pues un oráculo había predicho que regresaría a los 20 años, pobre y solo, por lo que fingió estar loco unciendo un buey y un asno y sembrando sal en el campo. Pero la artimaña fue descubierta por Palamedes: cogió al pequeño Telémaco y lo puso delante del arado, de modo que Odiseo detuvo su farsa y se unió al ejército griego, vengándose más delante de Palamedes (cf. infra §6.2.3).
Pero Hera, ofendida por no haber vencido a sus rivales, convirtió en vano viento mi unión con Alejandro, y no fui yo lo que abrazaba el hijo del rey Príamo, sino una imagen viva semejante a mí que la esposa de Zeus había fabricado con aire celeste. Y él creyó que me poseía, vana apariencia, sin poseerme.