Durante 8 o 9 años los griegos y troyanos se dedicaron a una suerte de guerra de guerrillas, sin que hubiera un enfrentamiento directo de ambos ejércitos. Pero Zeus determina que se debe aliviar un poco la presión ejercida por Aquiles a los troyanos e idea despertar la funesta y proverbial cólera (mênis) de Aquiles: Crises, sacerdote de Apolo, suplica al dios que le ayude a recuperar a su hija Criseida y Apolo envía una peste que devasta al ejército griego. Se decide, entonces, devolver a Criseida y Agamenón, jefe absoluto de las huestes griegas, reclama a cambio a Briseida, la cautiva de Aquiles (fig. 21). En este punto se inicia la Ilíada (1.1-5).
Aquiles ha dejado de luchar, los griegos están siendo masacrados por los troyanos y la situación no tiene visos de mejorar, pues el oráculo había predicho que sin Aquiles nunca se vencería en Troya. Hay, por tanto, varios intentos de convencer al héroe para volver al combate, pero todos en vano. Entretanto, griegos y troyanos se enfrentan en algunas batallas memorables en las que los propios dioses participan, pues Hera, Atenea y Tetis favorecen siempre a los griegos, mientras que Afrodita, Ares y Apolo socorren a los troyanos, y Zeus, aparentemente neutral, dirige los hilos desde sus mansiones olímpicas y cumple los deseos de unos u otros indistintamente. Hasta tal punto es activa la participación de los dioses en la contienda, que son incluso heridos, como Afrodita (Ilíada 5.330-351) y Ares (Ilíada 5.846-863) por Diomedes, siempre con la ayuda de Atenea, y de las heridas manó el ichór, la peculiar sangre divina,
"que es lo que fluye dentro de los felices dioses; pues no comen pan ni beben rutilante vino y por eso no tienen sangre y se llaman inmortales."
Homero, Ilíada 5.340-342
El retorno de Aquiles a la lucha se produce de forma inesperada: Patroclo, su amante-amigo, le pide luchar en su lugar, con su armadura y al frente de los Mirmídones, de modo que los troyanos creen que es Aquiles y se lanzan a por él. Patroclo muere a manos de Héctor y Aquiles sufre un dolor indecible y se comporta como una plañidera ante su cadáver (fig. 22 - 23 - 24), pero decide volver al combate, vengar la muerte de Patroclo y poner fin a la guerra, sin atender a las súplicas de su madre, pues conocía su fatal destino. Ante la insistencia del héroe, Tetis pide a Hefesto que fabrique una nueva panoplia para su hijo (fig. 25-26) y con ella se enfrenta, por fin, a Héctor, el más aguerrido de los hijos de Príamo, a quien mata con la ayuda de Atenea (fig. 27). Entonces Aquiles ata por los tobillos el cadáver de Héctor y lo arrastra por la llanura troyana (fig. 28-29), dejando el cuerpo insepulto (fig. 30). A continuación, organiza la celebración de unas competiciones deportivas en honor de Patroclo, descritas con sumo detalle por Homero (Ilíada 23.259-897), sobre todo la carrera de carros (fig. 31-32), a la que dedica casi 400 versos y que se convertirá en el modelo narrativo para la descripción de este tipo de competiciones. Terminados los juegos funerarios en honor de Patroclo, Príamo se presenta en la tienda de Aquiles ayudado por Hermes y pide que le sea devuelto el cadáver de su hijo para honrarlo debidamente (fig. 33-34). Aquiles cede y entrega el cuerpo de Héctor a Príamo, concluyendo la Ilíada con las honras fúnebres que le dedican los troyanos.
La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles,
maldita, que causó a los aqueos incontables dolores,
precipitó al Hades muchas valientes vidas
de héroes y a ellos mismos los hizo presa para los perros
y para todas las aves, y así se cumplía el plan de Zeus.