Para vengar la derrota de los Gigantes, Gea se unió a Tártaro y parió al terrible Tifón (o Tifeo); pero, según otras fuentes, su madre fue Hera, que lo concibió sola o plantando huevos impregnados con semen de Crono, en ambas casos para vengarse de las infidelidades de su esposo Zeus (Unidad 3.1; 3.2). Tifón era más alto que las montañas más elevadas, con su cabeza tocaba el cielo y con los brazos abiertos abarcaba la tierra de Oriente a Occidente. Su hibridismo anatómico era especialmente monstruoso: los ojos lanzaban llamas, el torso alado estaba rematado por cabezas de serpientes, y tenía varias colas de dragones en lugar de piernas (fig. 40). Así lo derrotó Zeus (Hesíodo, Teogonía 853 ss.).
Apolodoro (Biblioteca 1.6, 3) ofrece una versión más complicada y con algunos elementos que recuerdan el combate entre Marduk, el dios asirio-babilonio de la tempestad, y su abuelo Apsu: cuando Zeus lo perseguía, Tifón se revolvió y consiguió cortarle los tendones de manos y pies, los escondió en una piel de oso y encerró al dios en una cueva. Pero Hermes recuperó los tendones, y liberó a Zeus. Entonces, él persiguió a Tifón hasta Sicilia y lo sepultó debajo del volcán Etna.
Después de esta última batalla, Gea aceptó la soberanía de Zeus y, en adelante, se abstuvo de intervenir en el curso de los acontecimientos. La diosa primigenia quedó reducida, en la religión y la mitología, al papel honorario de Madre de los dioses y, paulatinamente, fue cediendo sus prerrogativas: la fecundidad de la tierra a Deméter y Rea-Cibeles, y el poder oracular a su hija Febe (Unidad 3.2; 3.3).
Zeus, por su parte, tomó medidas para que ninguna otra potencia femenina conspirara para destronarlo y, a diferencia de Urano y de Crono, no se comportó con violencia, sino de una manera civilizada, contrayendo matrimonio con varias divinidades preolímpicas y con dos de sus hermanas (Unidad 3.1). Además, el soberano repartió al resto de los dioses sus respectivas atribuciones. Por lo tanto, se entiende que, en la perspectiva de Hesíodo, la entronización de Zeus, a quien el poeta presenta como el modelo para los reyes en cuanto protector de la Justicia (Díke), culmine y cierre la ordenación de la sociedad de los dioses. A partir de este momento, entrarán en la escena mitológica otro tipo de seres: las razas mortales (Unidad 2.2).
Zeus, después de concentrar toda su fuerza y coger sus armas, el trueno, el relámpago y el flameante rayo, le golpeó saltando desde el Olimpo y envolvió en llamas todas las prodigiosas cabezas del terrible monstruo. Luego que le venció fustigándole con sus golpes, cayó aquél de rodillas y gimió la monstruosa tierra. Fulminado el dios, una violenta llamarada surgió de él cuando cayó entre los oscuros e inaccesibles barrancos de la montaña (…) Y le hundió, irritado de corazón, en el ancho Tártaro.