Siguiendo el orden establecido por Hesíodo, Nix (la Noche) parió por sí sola una prole de divinidades que, en general, personifican abstracciones lúgubres y funestas, entre ellas Ker (el Hado), Momo (la Burla), Apate (el Engaño), Némesis (la Venganza) y Eris (la Discordia). Entre los descendientes de la Noche, destacan, por su importancia en los relatos mitológicos, la pareja formada por Hipno (el “Sueño”) y Tánato (Thánatos, la “Muerte”, palabra masculina en griego), las tres Moiras y las Hespérides.
Hesíodo califica al Hipno como “dulce para los hombres” y a su hermano Tánato, “odioso incluso para los Inmortales” (Teogonía 764 ss.). Sin embargo, en el arte antiguo se les suele representar como figuras gemelas: dos varones jóvenes dotados de alas que transportan el cuerpo de los difuntos y, en particular, los de los héroes caídos en el campo de batalla; por ejemplo, Sarpedón, hijo de Zeus y una mortal, aliado de los troyanos y muerto a manos de Patroclo (fig.1). Esta falta de distinción iconográfica podría deberse a la afinidad en el pensamiento mítico-religioso entre los estados fisiológicos que cada uno personificaba.
Las Moiras, por su parte, ejecutaban el destino individual de los humanos, fijado desde el momento de su nacimiento. Aunque según Hesíodo eran hijas de la Noche, en otras versiones nacen de la unión de Zeus con la titánide Temis (Unidad 3.1). En la tradición literaria y artística se las suele llamar “Parcas” (su denominación latina), si bien cada componente del trío conserva el nombre y las atribuciones que tenían en la mitología helénica: Cloto estiraba el hilo de la vida en un huso o rueca, Láquesis lo medía con su vara, determinando su duración total y, finalmente, Átropo lo cortaba (fig. 2).
Según Hesíodo las Hespérides, nacidas de la Noche, eran las diosas del ocaso. Otros autores antiguos alegaron razones genealógicas para explicar su nombre: serían hijas de Héspero o bien de una hija de éste con Atlas, el hermano de Prometeo (Unidad 2.2). En cualquier caso, las fuentes coinciden al ubicarlas en el jardín, más allá de los confines del Océano, donde se criaban las bellas manzanas de oro que otorgaban fecundidad e inmortalidad. Las diosas estaban encargadas de cuidar los árboles y sus frutos con la ayuda de un dragón, que descendía de Ponto a través de Forcis y Ceto y que las suele acompañar en las representaciones (fig. 3). Las manzanas de las Hespérides intervienen en varios episodios mitológicos, entre ellos, el penúltimo de los Trabajos de Heracles (Unidad 4.2) y las bodas de Peleo y Tetis (Unidad 4.3).