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4. Hestia, diosa del hogar

 

Hestia, la virgen perpetua e irreprochable, era una divinidad inmóvil debido a su identificación con el fuego del hogar, ausente en los relatos mitológicos y que no aparece en las representaciones. De hecho, sobre su biografía, carácter y significación poco cabe añadir a lo aportado por el Himno homérico V. A Afrodita (22-32):

Tampoco a la veneranda virgen le agradan las acciones de Afrodita, a Hestia, a la que engendró la primera Crono, el de la curva hoz, y después la última, según el designio de Zeus egidífero; la augusta deidad a la que pretendían Posidón y Apolo. Pero ella no consentía en absoluto, sino que los rechazó con firmeza y pronunció un solemne juramento, que, en efecto, se ha cumplido, tocando la cabeza del padre Zeus egidífero: que sería virgen el resto de sus días, divina entre las diosas. El padre Zeus le concedió un hermoso privilegio en vez de las bodas, así que ella se asentó en el centro del hogar, recibiendo así la grasa de las ofrendas. En todos los templos de los dioses es objeto de honor y entre todos los mortales se la tiene por la más venerable de las diosas.

En efecto, Hestia era la primogénita de Rea y Crono y, por lo tanto, la primera que se tragó su padre y la última que vomitó, tras beber la pócima preparada por Metis (Unidad 2.1); y su importancia religiosa era inversamente proporcional a su presencia en los mitos y en el imaginario: el fuego de Hestia señalaba el centro simbólico de la casa, el altar familiar donde se la honraba cada día y junto al cual tenían lugar los ritos relacionados con el nacimiento y las nupcias; se apagaba cuando se producía un fallecimiento y se volvía a encender una vez terminaban los funerales. En Atenas era una diosa del Estado, con un altar común en el Pritaneo, sede del gobierno de la ciudad. Su llama sagrada también ardía en Delfos y cuando se fundaba una colonia, de allí se tomaba el fuego para los nuevos hogares y templos. Sin embargo, con el paso del tiempo, perdió parte de su protagonismo religioso en beneficio de Zeus, invocado como “Padre” (patér) y “Rey” (basileús), esto es, como cabeza de la familia y del Estado.

En Roma, según la leyenda, el culto de Vesta fue instituido por Rómulo (fig. 67). Estaba a cargo de las vírgenes Vestales, bajo la supervisión del Pontífice Máximo, la más alta dignidad religiosa, vinculada, desde Octavio Augusto (27 a.C.-14 d.C.), al poder imperial. La principal función de sus sacerdotisas era mantener vivo el fuego de la diosa de su templo en el Foro, que garantizaba la seguridad de la ciudad. A primeros de junio se celebraban las Vestalia, uno de cuyos actos era la coronación con flores de los asnos, los animales consagrados  a la diosa.

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