Afrodita-Venus es el personaje de la Mitología Clásica con mayor presencia en la Tradición tanto literaria como artística, solo equipable a la de Heracles-Hércules (Unidad 4.2).
Durante la Alta Edad Media suele asociarse con el planeta o, alegóricamente, con la lujuria.
A partir del siglo XVI se recupera su imagen desnuda, con frecuencia a partir de prototipos antiguos, para representar a la mujer ideal, convirtiéndose en una especie de “icono profano” y de “canto a la belleza” por parte de los artistas (Elvira, 2008: 238).
La Venus Anadiomena de Botticelli (fig. 38) inspiró, por ejemplo, las de Vasari (1555-1556), Ingres (1848) y Amaury Duval (1862, fig. 47).
Tiziano, por su parte, inventó tratamientos novedosos, sin correlatos mitológico-narrativos, que fueron imitados por otros muchos creadores: su Venus semidesnuda, acicalándose frente al espejo (fig. 48), inspiró las copias y recreaciones de Rubens (1606; 1614, fig. 49); las acostadas, en particular, la famosa “Venus de Urbino” (fig. 50), sirvieron de modelo, por ejemplo, a las “Majas” de Goya (1800, fig. 51; 1807) y la “Olimpia” de Manet (1863); en la alegoría de Tiziano, donde la diosa se recrea con la música (fig. 52), está inspirada la “Venus de la poesía” de Romero de Torres (fig. 53).
Mención aparte merece la “Venus” de Velázquez (1650, fig. 54), que fundió las imágenes modernas - en el lecho y contemplándose en el espejo- con la iconografía clásica de Cipris “calípigia” (de “bellas nalgas”).
Estas representaciones icónicas de la deidad grecorromana no solo han influido en la Historia del Arte sino también en las literaturas contemporáneas. Rubén Darío, por ejemplo, encarna en una estatua clásica su ideal poético (Prosas profanas y otros poemas, 1901): “Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,/ botón de pensamiento que busca ser la rosa;/ se anuncia con un beso que en mis labios se posa/el abrazo imposible de la Venus de Milo”.
Enrique Linh equipara a la mujer amada con la diosa de Boticelli (“La Naissance de Venus, vers 1485. Florence, offices”, Al bello aparecer de ese lucero, 1986): “Te pintaría Sandro Botticelli / si renacieras en el papel de Venus (…) Y si yo fuera céfiro y las rosas volaran/ a tu encuentro, mi amor, y una púdica ninfa/ te envolviera en su manto sólo para guardar/ las formas qué bien así desnuda lucirías/ por una eternidad”.
Gerardo Diego utilizó la Venus de Velázquez como metáfora del amor y la muerte: “Pensemos en la muerte enamorada/ La muerte que es la espalda de la vida/ O su pecho quizás, ida o venida,/ Que hasta abrazarla no sabremos nada” (Sonetos a Violante, 1962).
Y, recientemente, este mismo cuadro ha sido evocado, en un tono desmitificador y lúdico, por José Ovejero en el poema al que pertenece este fragmento (“Venus del espejo, durante su breve visita a Madrid”, Nueva Guía del Museo del Prado, 2012).