Ovidio localiza el rapto de Prosérpina en Sicilia, mientras que según la fuente más antigua, el Himno homérico II. A Deméter (VII a.C.), ocurrió en la pradera de Nisa. La jovencita recogía flores en compañía de las Oceánides, ninfas que, en determinadas versiones, son sustituidas por las Sirenas o por Ártemis, Atenea y Afrodita (fig. 20). Hades hizo brotar del suelo un narciso dorado cuyo delicioso perfume atrajo a la muchacha y, cuando se agachó a olerlo (Himno homérico II.16 ss.):
" Se abrió la tierra de anchos caminos en la llanura de Nisa y de allí surgió con ímpetu, con sus yeguas inmortales, el Soberano que a muchos acoge, el hijo de Crono de múltiples advocaciones. Se apoderó de ella, mal de su grado, y se la llevaba entre lamentos sobre su áureo carro. Lanzó agudos gritos, invocando a su padre, el Crónida, el más excelso y poderoso. Más ninguno de los inmortales ni de los hombres mortales oyó su voz, ni siquiera los olivos de hermosos frutos."
La escena está profusamente documentada en el arte antiguo, sobre todo en contextos funerarios (fig. 21). La versión de Ovidio (Metamorfosis, 5.385 ss.), por su parte, inspiró, entre otros, las óperas de Monteverdi (1630) y Lully (1680), los cuadros de Schwartz (1573), Perolli (1575; fig. 22), Rembrandt (1631), Rubens (1636) o La Fosse (1673), así como el grupo escultórico de Bernini de la Galería Borghese (1624), que marcó la pauta a las representaciones posteriores (Unidad 3.1).
Deméter comenzó a buscar a su hija desesperadamente, durante nueve días con sus noches, en los que no se bañó ni tomó alimento; al décimo día, el Sol le reveló lo ocurrido. Pero como Zeus, para no ofender a su hermano, no determinó la devolución de la muchacha, la diosa, rota de dolor, abandonó el Olimpo y fue a vivir entre los hombres con la apariencia de una anciana (fig. 23).
Al llegar a Eleusis, en la costa ática, se encontró con las hijas del rey Céleo, se ofreció como nodriza y ellas la condujeron al palacio. Una vez allí, la reina Metanira acogió a Deméter y una criada, Yambe, la hizo reír con sus bromas, aliviando su duelo: entonces, rompió el ayuno tomando agua de cebada con menta. La diosa, entonces, volcó su amor maternal en el hijo menor de la casa, identificado con Demofonte o Triptólemo, según las versiones, a quien intentó hacer inmortal alimentándolo con ambrosía y metiéndolo en el fuego. Pero, una noche, Metanira la descubrió y su grito de terror interrumpió el ritual mágico. Entonces, Deméter descubrió su verdadera identidad y pidió que se fundara en Eleusis un santuario donde celebrar sus Misterios.
Ya en su nueva morada, la señora del trigo abandonó sus funciones y la esterilidad se adueñó de campos y ganados. Para remediarlo, Zeus ordenó a Hades que devolviera Perséfone a su madre, pero esto ya resultaba imposible, porque había comido una grano de granada (fig. 24), según reveló Ascáfalo, hijo de una ninfa infernal y del Aqueronte, ganándose su transformación en búho (fig. 25). En consecuencia, Zeus dictaminó que Perséfone viviera una parte del año con su esposo en el Hades, como reina o “Hera infernal” (fig. 26), y que luego Hermes la llevara con su madre, tiempo en el que recuperaba su soltería y el apelativo de Core (fig. 27).
Este mito ha sido interpretado por la crítica moderna como una alegoría de la renovación cíclica de la naturaleza y de la vida, una idea compartida por los antiguos griegos. Así, en el Himno órfico XXIX. A Perséfone (11 ss.), tras los títulos de “hija del gran Zeus”, “soberana del mundo subterráneo” y “compañera de las Estaciones”, se la invoca diciendo: “Tú sola eres grata a los mortales, que disfrutas en primavera con las brisas que recorren los prados, manifestando tu sagrada figura a los vástagos de verdes frutos, llevada a la fuerza al lecho como esposa en el otoño. Tú sola, Perséfone, eres vida y muerte para los muy sufridos mortales, porque constantemente todo lo alimentas y aniquilas”. Tras el dictamen de Zeus, se restableció el ciclo natural interrumpido por el duelo de Deméter, los campos volvieron a dar frutos y las Dos Diosas encargaron a Triptólemo (o Demofonte) que enseñara a los hombres el cultivo del trigo, misión que cumplió montado en un carro tirado por serpientes (figs. 28-29).
Se abrió la tierra de anchos caminos en la llanura de Nisa y de allí surgió con ímpetu, con sus yeguas inmortales, el Soberano que a muchos acoge, el hijo de Crono de múltiples advocaciones. Se apoderó de ella, mal de su grado, y se la llevaba entre lamentos sobre su áureo carro. Lanzó agudos gritos, invocando a su padre, el Crónida, el más excelso y poderoso. Más ninguno de los inmortales ni de los hombres mortales oyó su voz, ni siquiera los olivos de hermosos frutos.