Saltar la navegación

7. El pacto ficcional llevado al límite

 

Forma parte del juego de la ficción, desde luego por lo que respecta a la novela desde sus mismos orígenes, estirar los límites del pacto, haciendo pasar el texto como no ficticio, pero siempre en la confianza de que el receptor continúa en el juego. Para ello se han desarrollado numerosos recursos: por ejemplo, que la narración tenga forma de diario, cartas o memorias, que se pretende haber encontrado y de la que el autor no sería sino un mero editor o recopilador. En el campo audiovisual, ocurre un fenómeno equivalente por ejemplo con los denominados falsos documentales, conocidos en inglés como mockumentary (un juego de palabras entre documentary, documental, y mock, falso), esto es, productos audiovisuales que, en principio, presentan todas las marcas no ficcionales de un documental pero que, bien al principio de este, bien al final, y casi siempre insertando alguna pista en el propio desarrollo de la película, revelan su naturaleza fingida.

Otro ejemplo son las películas de ficción a partir de la idea del metraje encontrado, esto es: películas que se nos presentan como si lo que viéramos no estuviera rodado de forma ficticia sino que se tratara de una grabación amateur o espontánea rodada en la realidad. Vemos algunos ejemplos:

  • El falso documental, ya clásico, Opération Lune (Francia, William Karel, 2002), donde se expone la idea de que en realidad Estados Unidos nunca consiguió llevar un vuelo tripulado a la luna y que todo lo que pudimos ver fue un gran montaje, que además habría rodado nada menos que Stanley Kubrick. Para ello, el largometraje contó con la colaboración de personas que participaron realmente en aquella misión, entre otros, el propio astronauta Buzz Aldrin, que se prestó a la broma. No obstante, al final de la película se subrayaba su carácter ficticio, y además en esta se introdujeron deliberadamente algunas incongruencias y referencias cinéfilas para los espectadores más avispados.
  • En la misma estela, en 2014 el periodista Jordi Évole rodó un documental significativamente llamado Operación Palace (en claro homenaje al anterior), donde se desarrollaba una teoría de la conspiración en torno al golpe de estado del 23 de febrero de 1981; como en el caso de Operación luna, el mockumentary contaba con la colaboración de testigos y periodistas reales que contribuyeron a darle verosimilitud. También como en el anterior, al final se indicaba su carácter ficticio y, además, Évole pedía disculpas a quien hubiera podido sentirse engañado.
  • Por lo que respecta al metraje encontrado, uno de los ejemplos más influyentes justo al terminar el siglo XX es la película The Blair Witch Project (EE. UU., Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), donde, en efecto, se relata una historia de terror a partir de unas supuestas cintas de vídeo encontradas que habrían dejado unos excursionistas perdidos en un bosque. Se considera la primera película que se promocionó empleando estrategias de carácter viral mediante el empleo de recursos transmediales.
  • Otro ejemplo a modo de variante es la película Rec (España, Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007), en la que se pretende que las imágenes que estamos viendo corresponden con un magazine informativo en directo cuya reportera —y por tanto, nosotros— asiste a una serie de hechos insólitos y terribles.

Por cierto: no es casualidad que estos dos ejemplos tengan en común ser películas de terror. El metraje encontrado (como el recurso al diario o las cartas en la novela Drácula de Bram Stoker) aporta a una narración de este género un extra de verosimilitud, esto es: de credibilidad en la medida en que, justamente, juega con la supuesta veracidad que implicaría un material rodado de forma espontánea, sin montaje, premeditación ni fingimiento, al igual que se supone que quien escribe una carta para un amigo o un diario para sí no finge ni miente sobre aquello que relata.

Creado con eXeLearning (Ventana nueva)