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11. Ficción y mentira. Las Fake News

 
Cada año, el prestigioso Oxford Dictonary escoge la que considera la palabra más importante del año. En 2017 escogió el término Fake News.

Lo expuesto anteriormente nos conduce a la relación entre ficción y mentira. No vamos a entrar en el asunto filosófico, complejo, y no exento de polémica sobre qué cosa sea “la verdad”. Para lo que nos ocupa, podemos referirnos a la noción de verdad de sentido común por la cual damos información sobre nuestro nombre o nuestro domicilio, o sobre sucesos verificables similares, y donde no cabe duda cuándo estamos faltando a la verdad al falsear de modo deliberado una información. 

Es en este contexto donde encontramos las llamadas fake news (en inglés, sencillamente, “noticias falsas”) o bulos. Aquí no hay ningún pacto ficcional, sencillamente pretenden hacerse pasar por verdad hechos, acontecimientos, declaraciones, que no lo son. Incluso imágenes, con su carga extra de verosimilitud (tendemos a pensar que una fotografía refleja la realidad, no que ha sido manipulada). La imagen fotográfica ha sido manipulada por medios manuales desde sus orígenes. Con las tecnologías digitales, esta manipulación resulta aún más sencilla y difícil de detectar a simple vista; con la IA, la posibilidad de falsificación de una imagen llega hasta el extremo de, directamente, poder crearla (ver Unidad 4.2.).

En el mejor de los casos, podemos verificar la veracidad o falsedad de lo dicho o lo visto, cotejando la afirmación, la noticia o la imagen con otras fuentes y descubrir el engaño. Pero el problema de esto es evidente. La cantidad de información que circula en la actualidad por la red hace imposible que podamos comprobar por nuestra cuenta la veracidad o no de todo lo que se nos dice. Pero, incluso antes de la existencia de Internet, esta posibilidad ya resultaba compleja. Como señala Umberto Eco (1996: 98), nuestra relación con la verdad implica también un pacto de confianza con los demás. Yo sé que Cristóbal Colón llegó a las costas de San Salvador el 12 de octubre de 1492, pero lo cierto es que no tengo la certeza de la veracidad de este aserto, no lo he comprobado por mí mismo. Por mi propia experiencia, ni siquiera puedo afirmar la existencia real de Cristóbal Colón, por lo mismo que no sé lo que me inyecta un médico cuando voy a su consulta, pero confío en que se trate de una vacuna y no de un veneno. 

En este sentido, de nuevo en palabras de Eco, la verdad está vinculada con

la división social del saber, por el que yo delego a otros el conocimiento de nueve décimos del mundo real, reservándome el conocimiento directo de un décimo [...] Conduciéndome así, consigo vivir en el mundo real sin portarme como un neurótico. He aprendido que para muchas cosas, en el pasado, he podido fiarme del saber ajeno, reservo mis dudas para algún sector especializado del saber, y para lo demás me fío de la Enciclopedia. (1996: 99)

El problema grave de la mentira es que destruye este pacto de confianza, que es el que hemos denominado “pacto de no ficción”, esto es, de veracidad. La consecuencia de la ruptura de dicho pacto implica, en palabras del filósofo Harry G. Frankfurt (2007: 96) que la mentira suplanta a la verdad en la descripción del mundo y, por tanto, en la medida en que una mentira tenga éxito, entorpece nuestra percepción de la realidad pasamos a vivir en un mundo imaginario, esto es, ficticio, no fundamentado en hechos fiables y relevantes: “El mundo en que vivimos, en la medida en que nuestra concepción del mismo se asienta en la mentira, es un mundo imaginario” (2007: 96). 

Mentira y ficción, como hemos visto, comparten rasgos comunes. Como señala Iser, en ambas hay algo que “se sobrepasa”: en el caso de la mentira, la verdad; en el caso de la ficción, el mundo real mediante la creación de un mundo otro (1997: 43). Las ficciones se parecen a la mentira porque presentan ese mundo otro “como si realmente existiera” (1997: 43). El problema, insistimos, radica en la idea del pacto ficcional: la ficción muestra su propia cualidad de ficción, mientras que la mentira trata de ocultarse como tal. Las ficciones “contienen toda una serie de señales convencionalizadas que indican al lector que la lengua utilizada no es discurso, sino discurso representado” (1997: 47).

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