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5. Las condiciones de la verosimilitud

 

¿Cuáles son por tanto estas condiciones? La cuestión es muy compleja, pero podemos reducirla a dos factores fundamentales:

  1. Que el relato que imita la realidad resulte creíble conforme a la visión del mundo de los receptores, lo que incluye tanto sus ideas sobre lo real vinculadas a cuestiones de carácter objetivo —por ejemplo, las leyes de la naturaleza, pero no solo—; y también a cuestiones de carácter ideológico relacionadas con su visión del mundo y de cómo deberían ser las cosas, al margen de cómo sean.
  2. Que la imitación de la realidad posible en forma de relato tenga una lógica interna.

Por ejemplo, si el mundo que se refleja se corresponde con el real, es decir, lo que se denominaría una ficción realista, la verosimilitud implica, como hemos dicho, que en ese mundo se cumplan las leyes de la física, entre otras leyes naturales. A partir de ahí, si el mundo ficticio se va alejando del real, incluso hasta constituirse en un mundo autónomo, con características completamente inventadas, como la Tierra Media de Tolkien o Narnia de C. S. Lewis, aun cuando tengan sus propias reglas (los elfos son inmortales salvo que de los mate, los animales pueden comunicarse con las personas), deben respetar su propia lógica inherente.

Figura 1. Toy Story

Fuente: Vogue.
https://www.vogue.es/moda/news/articulos/toy-story-pelicula-pixar/24128

En el mundo de Toy Story, los juguetes tienen vida y pueden hablar entre sí, pero tienen que interrumpir su actividad y quedar inertes en el momento en que un ser humano entre en contacto visual con ellos. Esto es un ejemplo de regla verosímil de un mundo de ficción.

En la relación entre verdad y verosimilitud se establece una relación paradójica, que ya notó Aristóteles (Poética, 1460a, 30). Aunque lo verdadero puede ser, además, verosímil, no siempre tiene por qué serlo. Si algo ha sucedido, es verdadero, pero puede resultar que no es creíble (sin dejar de haber sucedido); podríamos decir que la realidad no tiene que convencer a nadie de su existencia: se impone. Esta es la explicación del dicho la realidad supera a la ficción. En la realidad continuamente suceden cosas “increíbles” (“¡increíble pero cierto!”, decimos), pero no nos queda más remedio que creerlas por el simple hecho de que han sucedido y son comprobables. Por el contrario, la ficción, aunque inventada, paradójicamente tiene siempre que ser creíble, esto es, según hemos dicho, tiene que responder a una determinada visión del mundo acorde con las creencias o prejuicios de los receptores o, al menos, obedecer a una cierta lógica. Por eso mismo Aristóteles llegó a plantear una paradoja al respecto:

En la ficción resulta preferible un imposible verosímil a un posible inverosímil.

En efecto: podemos postular un mundo en el que existe una escuela de magia a la que asisten algunos niños escogidos para convertirse en magos, o una tierra mítica poblada de elfos y hobbits, esto es mundos imposibles, a condición de que dichos mundos respondan a una lógica interna y guarden cierta relación con el mundo real (las armas matan, los niños, aun magos, se comportan como tales, hay nociones reconocibles como el bien que combate contra el mal…). En palabras de Umberto Eco (1986: 28): en un mundo irreal pero verosímil, una rana puede convertirse en príncipe, pero a cambio esta debe ser besada por una doncella y solo por una doncella, y no por cualquier otra criatura, ni todas las criaturas son susceptibles de convertirse en príncipes, sino tan solo las ranas. Por el contrario, podemos postular la existencia de un mundo ficticio completamente realista y acorde con las leyes de la naturaleza en el que un malvado especulador inmobiliario quiere echar a los huérfanos de un hospicio la noche de Nochebuena en que cumple el plazo para que paguen el alquiler. Y entonces, el día 22 de diciembre, les toca la lotería y saldan su deuda. Esto, que sería perfectamente posible en la realidad, y que no contradice ninguna ley natural, nos resulta por el contrario inverosímil si no tenemos constancia de que haya sucedido de verdad. Por alguna razón, no nos gusta que en las ficciones los problemas de los protagonistas se resuelvan “como por arte de magia”, sino como resultado de una concatenación lógica de acciones. Por cierto, que Aristóteles ya hizo notar en su Poética esta misma idea.

La verosimilitud es por tanto un concepto clave para la distinción entre el relato ficticio y el no ficticio. También, como veremos, resulta fundamental para que, en un momento dado, se confunda la ficción con la no ficción, o podamos hacer pasar por factual algo que es ficticio. Porque en muchas ocasiones, nos cuesta creer algo verdadero por la sencilla razón de que resulta inverosímil, esto es, choca con nuestra idea de cómo son las cosas (en realidad, de cómo creemos que son o que deberían ser); por el contrario, una mentira puede resultar muy creíble y persuasiva por el hecho de resultar verosímil, esto es, dotada de una lógica y coherencia interna que además encaja con nuestra visión del mundo.

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