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4. Un concepto fundamental: la verosimilitud

 

Volviendo a Aristóteles (Poética, 1451b), esta imitación además tiene una cualidad fundamental para lo que nos ocupa: se tratará de una imitación verosímil si bien no verdadera. Aristóteles lo explica estableciendo una analogía entre la Poesía y la Historia:

  • La Historia imita lo que sucedió, esto es, los hechos que pasaron realmente: es una imitación verdadera.

De nuevo, traído a nuestro contexto: contar la vida de Napoleón con una voluntad no ficcional implica construir un mundo con palabras donde todos los hechos relatados, al responder a lo que pasó, son necesarios; solo pueden ser esos y no otros: Napoleón tiene que invadir Rusia (no puede no hacerlo en nuestro relato) o ser derrotado en Waterloo. La relación con nuestra definición de no ficción o factualidad parece clara.

Frente a esto:

  • La Poesía imita lo que podría haber sucedido, esto es, desarrolla igualmente un mundo mediante palabras, pero en este los hechos pueden no haber sucedido, pueden ser completamente inventados, a condición de que resulten verosímiles, esto es, creíbles acorde con unas determinadas condiciones, que veremos más adelante.

A partir de esta definición diferenciada, Aristóteles dice que la Historia se ocupa de lo particular, esto es, lo que, por ejemplo, le sucedió a un individuo concreto (Pericles, o Napoleón). Por su parte, la Poesía se ocupa de lo general pues, al relatar lo que le sucede a un individuo que no ha existido, ficticio, por ejemplo, a Madame Bovary, éste solo puede estar proyectando ideas de carácter general: no se trata ahora de lo que haría una persona concreta, real, conforme a sus circunstancias, sino lo que hace un personaje genérico, de acorde por tanto a unas circunstancias igualmente genéricas. El propio Gustave Flaubert, autor de Madame Bovary, lo explicó muy bien en relación con su personaje protagonista cuando dijo:

"Madame Bovary no existe, pero en este momento hay cientos de Madames Bovary por toda Francia preparándole el potaje a sus maridos"

Gustave Flaubert

Es decir: Madame Bovary, en cuanto ficción, no está construida a imitación de una mujer concreta, sino de muchas, constituyéndose en una suerte de modelo. Esta condición general, modélica (no en el sentido de «digna de imitación», sino más bien en el de «tipo»1), es de hecho una de las condiciones de la verosimilitud: es creíble porque resulta reconocible y sus acciones son esperables aunque no haya existido jamás.

Cuando decimos que la ficción construye «tipos» no estamos queriendo decir que los personajes de ficción sean necesariamente arquetípicos o estandarizados. De hecho, un personaje de ficción bien construido nos parecerá tan singularizado, y por ende tan “real”, como una persona de carne y hueso. Y, no obstante, se ha tenido que construir a partir de una recombinación de elementos de la realidad que, aunque sean concretos, devienen generales, dado que el personaje no existe, y la combinación específica de sus características y hechos no se ha dado de esa forma exacta nunca en la realidad, no se corresponde con la de nadie en concreto.

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