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10. Segundo caso de pacto ficcional ambiguo: ficciones presentadas como basadas en hechos reales

 
Basado en hechos reales es una categoría o etiqueta que acompaña a ciertas ficciones que incorporan en su discurso ciertos rasgos con elementos propios de la retórica del documental.

Es una categoría especialmente interesante para nosotros porque resume muy bien buena parte de los problemas teóricos y políticos que hay en juego en las (nuevas) fronteras entre la ficción y la no ficción.  En efecto, un film que se declara (en sus títulos de crédito) como “basado en hechos reales”, o bien que utiliza recursos o materiales de archivo “reales” que, por ejemplo, se corresponden con el personaje cuya historia se está presentando o (re)construyendo, reclama del espectador una recepción, una actitud de aceptación de “la verdad” de los hechos representados representando sobre la base de una referencialidad presente en la enunciación narrativa. A veces basta con integrar en el film  (gracias a la intermedialidad) documentos, texturas y formatos que simulan su caracter documental (fotografías con posados clásicos, secuencias en blanco y negro mudas, hojas de periódicos, etc.) como el muy reciente y último film de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna (2023), donde asistimos a la metalepsis más fuerte de la carrera del director norteamericano. Este cruce de los niveles ontológicos de la diégesis (mundo de la historia narrada) y del autor (cineasta) se produce al final de una historia real, adaptación del libro de David Grann sobre una serie de asesinatos sufridos por la comunidad de indios Osage, enriquecidos por el hallazgo de petróleo en sus tierras, a principios de los años 20. La escenificación final de un programa de radio donde se ficciona el cierre de este  drama con el propio Scorsese como narrador subraya esta etiqueta y la ambigüedad del pacto ficcional.

En otros títulos de éxito como La red social (David Fincher, 2010), Argo (Ben Affleck 2012), la serie de HBO Chernóbil (Greg Mazin, 2019) o, en el caso del cine español, Maixábel (Icíar Bollaín, 2021), los acontecimientos y personajes que vemos en la pantalla se reciben como correspondientes con los hechos realmente sucedidos y las personas que los protagonizaron. Incluso si la narración se plantea como una ficción (los cuatro ejemplos citados fueron ampliamente reconocidos y premiados como cine de ficción) el pacto que establece con la audiencia es doble, a medio camino entre la ficción y el documental (suspensión de la incredulidad pero también de la creencia). Esta circunstancia, como señalan Carrera y Talens (2018) puede tener un efecto sobre el grado de responsabilidad que asumen los autores de dichas narraciones al “camuflar” el dispositivo retórico ficcional (cuyo objetivo es la construcción de un mundo que no existe actualmente, por muy verosímil que sea, con la retórica y técnicas fílmicas, proyectando unos valores sobre dicho mundo) con esa “sustancia” documental que la audiencia puede digerir con el “efecto de sentido de verdad” que le es propia o específica. En el caso de la miniserie Chernobyl (HBO) sus títulos de créditos apelaban a ese poder pragmático de la etiqueta paratextual:  “Based on the Untold True Story”.

Figura 3. La red social (David Fincher, 2010)

Fuente: Cine Premiere

La red social (David Fincher, 2010) es una ficción pero, al estar “basada en hechos reales” el actor protagonista, Jesse Eisenberg no interpreta a un personaje inventado, sino a uno real, Mark Zuckerberg, el creador de Facebook.

Imagen de la planta nuclear de Chernobyl tras el accidente (26/4/198686)
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Accidente_de_Chern%C3%B3bi

Si hablamos de narrativas digitales y nuevos medios, el tremendo auge del documental está conectado también con Internet como medio de comunicación. “Somos víctimas agradecidas del síndrome documental” (Carrera y Talens, 2018: 38), pues hoy todos/as tenemos la posibilidad de registrar nuestra cotidianidad haciendo un uso sencillo de nuestros smartphones. Si bien, nos recuerdan los mismos autores, hace falta más que el registro para que un texto o imagen se convierta en documental: hacen falta las preguntas adecuadas y un punto de vista (narración y edición audiovisuales). “El documental es un arma poderosa, porque pretende desvelar y explicar un mundo caleidoscópico y obtuso y hacerlo `para todos los públicos´” (39). Por eso la ficción acude al “basado en hechos reales”, la mezcla “perfecta” del poder imaginativo y narrativo de los géneros de ficción y el potencial de veridicción de los relatos documentales. En un tiempo en que la multitud de voces y puntos de vista hacen que nos sintamos “perdidos” en la indecibilidad (¿ha sucedido esto o es ficticio?) y la fragmentación de la realidad, una ficción pertrechada de herramientas documentales “pone orden”  y “profundiza” en un asunto o historia que nos interesa y lo puede hacer de forma “entretenida”. 

Pero si a veces el “basado en hechos reales” puede servir de “parapeto” o “coartada” al discurso ficcional para justificar su “interpretación” de los hechos relatados, también es verdad que en la ambigüedad de este espacio creativo surgen propuestas progresivamente innovadoras que demuestran una conciencia de la responsabilidad política de las retóricas empleadas explotando la complejidad de las posibilidades de hibridación entre ficción y documental que permite, a su vez,  la misma etiqueta del “basado en hechos reales”. A veces esta innovación se produce desde una posición irónica donde directamente los responsables de la enunciación mienten cuando usan estas etiquetas jugando así con las expectativas de la audiencia para, de camino que aprovechan el hype del true crime, subrayan (autorreflexividad) las consecuencias de esa operación discursiva. Es la ruptura flagrante del pacto ficcional para volverlo ambiguo. Como sucede, por ejemplo, en la película Fargo (Joel y Ethan Cohen, 1996), cuando, antes del inicio, se inserta el siguiente intertítulo: “Ésta es una historia real. Los acontecimientos descritos en esta película ocurrieron en Minnesota en 1987. A petición de los supervivientes, los nombres han sido cambiados. Por respeto a los muertos, el resto se ha relatado tal como ocurrió”. Sin embargo, la historia es ficticia. 

Fotograma de película de Fargo
Fuente: https://fancaps.net/movies/Image.php?imageid=7000584

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