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3.2. Los descensos al Infierno: Orfeo

 

No quedará sin recompensa el canto: igual que antes le otorgara a Orfeo por los dulces sones de su lira el retorno de Eurídice, también a ti, Bión, ha de enviar a tus montañas. Si mi siringa tuviera algún poder, ante Pluteo fuera a cantar yo mismo.

Se quedaron presos de estupor los reinos mismos de la Muerte en la profundidad del Tártaro, y las Euménides de cabellos trenzados con serpientes azuladas, y el Cérbero se quedó con sus tres bocas abiertas y la rueda de Ixión que voltea se paró.

 

Orfeo por su mujer,
dicen que bajó al Infierno;
y por su mujer no pudo, 
bajar a otra parte Orfeo.
Dicen que bajó cantando
y por sin duda lo tengo,
pues en tanto que iba viudo,
cantaría de contento.
 Montañas, riscos y piedras
su armonía iban siguiendo,
y si cantara muy mal
 Cesó el penar en llegando
y en escuchando su intento,
que pena no deja a nadie
quien es casado tan necio.
 Al fin pudo con su voz
persuadir los sordos reinos;
aunque el darle a su mujer
fue más castigo que premio.

Diéronsela lastimados,
pero con Ley se la dieron:
que la lleve y no la mire, 
ambos muy duros preceptos.
Iba él delante guiando,
al subir; porque es muy cierto
que al bajar son las mujeres
las que nos conducen, ciegos.
ambos muy duros preceptos.
 Volvió la cabeza el triste;
si fue adrede, fue bien hecho;
si acaso, pues la perdió,
acertó esta vez por yerro.
Esta conseja nos dice
que si en algún casamiento
se acierta, ha de ser errando,
pero con Ley se la dieron:
Dichoso es cualquier casado
que una vez quedó soltero;
mas de una mujer dos veces,
es ya de la dicha extremo.

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