Si mediante las uniones con diosas Zeus configura el panteón griego, gracias a sus incontables relaciones con mortales da lugar al complejo sistema de héroes y a las principales sagas de la mitología griega (cuadro genealógico nº 4). En la mayoría de los casos Zeus pone a prueba las dotes de su astucia y asume todo tipo de formas para seducir y fecundar.
Así, enamorado de Dánae, hija de Acrisio, se transformó en oro líquido para poder penetrar por las rendijas del habitáculo de bronce donde la muchacha había sido encerrada por su padre (figs. 21-22-23), pues un oráculo había predicho que el hijo de Dánae lo mataría (figs. 18-19-20). Fruto de esta unión fue Perseo, quien efectivamente acabó matando a su abuelo (Unidad 4.1). La fecundación de Dánae ha inspirado numerosas obras de arte desde la Antigüedad, adaptando el habitáculo del mito a las convenciones de cada época, incidiendo en la imagen de la “lluvia de oro” e introduciendo personajes alegóricos como la vieja avariciosa que recoge el áureo fluido.
Transformado en toro consiguió a Europa, hija de Agenor y hermana de Cadmo (cuadro genealógico nº 6), aunque según otras versiones Zeus solo envió el toro, animal que posteriormente sería cazado por Heracles en el séptimo trabajo (Unidad 4.2). La muchacha se encontraba junto con sus compañeras jugueteando en las costas de Fenicia cuando se le aparece un hermoso toro blanco y manso; Europa se acerca, lo monta y el toro se dirige por cielo y mar hasta Creta, donde Zeus engendra a Minos, Sarpedón y Radamantis, que serán nombrados jueces del Infierno (cuadro genealógico nº 6). El rapto de Europa dará lugar a la búsqueda de Cadmo y la fundación de Tebas (Unidad 4.1) y está muy representado en el arte y la literatura desde la Antigüedad (fig. 24-25-26-27-28-29-30-31-32), aunque el modelo literario habitual es, una vez más, Ovidio (Metamorfosis 2.847-875), a quien los poetas le dan un giro de tuerca. Por ejemplo, Lope de Vega (Soneto 71):
Pasando el mar el engañoso toro,
volviendo la cerviz, el pie besaba
de la llorosa ninfa que miraba
perdido de las ropas el decoro.
Entre las aguas y las hebras de oro
ondas el fresco viento levantaba
a quien con los suspiros ayudaba
del mal guardado virginal tesoro.
Cayéronsele a Europa de las faldas
las rosas al decirle el toro amores,
y ella, con el dolor de sus guirnaldas,
dicen que lleno el rostro de colores,
en perlas convirtió sus esmeraldas
y dijo: “¡Ay triste, yo perdí las flores!
Convertido en cisne, Zeus ronda a Leda, esposa de Tindáreo, rey de Esparta, y finalmente consigue unirse con ella en la misma noche en que lo hace el esposo mortal (fig. 33-34-35-36-37-38-39-40). Así, Leda pone un huevo, del que nacen Pólux y Helena como hijos de Zeus, y otro del que nacen Cástor y Clitemnestra como hijos de Tindáreo (fig.41-42). La versión más antigua, en cambio, refiere que Helena es hija de Némesis, diosa de la venganza, quien, perseguida por Zeus, asume diferentes formas para escapar de él (como Metis o Tetis con Peleo, vid. Unidad 4.3) y, convertida en cisne, es fecundada por Zeus transformado en el mismo animal. Némesis puso un huevo que entregó a Leda para que lo cuidara y de él nació Helena. La versión de Leda seducida por Zeus-cisne es la que más ha calado en la posteridad, llegando el cisne a ser símbolo erótico de connotaciones fálicas o emblema de la prostitución (fig. 43). Por su parte, Cástor y Pólux, los llamados Dioscuros o “hijos de Zeus”, uno mortal y el otro inmortal, participan en varios ciclos (Unidad 4.1), pero no en la guerra de Troya, pues antes se habían enfrentado a sus primos Idas y Linceo por las hijas de Leucipo y, muerto Cástor, Pólux es elevado a los cielos por Zeus, pero le permite compartir la inmortalidad con su hermano en días alternos y son catasterizados en la constelación de Géminis.
Zeus podía llegar a asumir la apariencia de otros dioses o humanos para conseguir sus propósitos amorosos. Así, a Heracles lo engendró con Alcmena tomando la apariencia de Anfitrión, su esposo, mientras este se encontraba en la guerra. Al día siguiente, se marcha y llega el verdadero Anfitrión, quien, ante la frialdad de Alcmena y la revelación de que ya había estado la noche anterior con ella, consulta a Tiresias sobre lo ocurrido y se desvela la situación (Unidad 3.2).
En otra ocasión Zeus asumió la imagen de su hija Ártemis para seducir a Calisto, hija de Licaón (cuadro genealógico nº 10), una doncella del séquito de Ártemis, la más amada por la diosa y a quien había consagrado su virginidad (fig. 45-46). Cuando Zeus la engañó y la fecundó, Calisto no pudo ocultar la evidencia de su estado y la diosa, irritada por el agravio de haber roto el voto de castidad, la convirtió en una osa que terminó sus días vagando por los montes (fig. 47). Calisto tuvo de Zeus un hijo, Arcade, criado primero por la Pléyade Maya –madre de Hermes, cf. supra §1.1– y después por su abuelo Licaón, el cruel rey-lobo que lo habría troceado y servido a Zeus en algunas versiones (para otras, vid. Unidad 2.2), pero el dios lo reconstituyó, como a Pélope (Unidad 2.2). Arcade se topó mientras cazaba a su madre con forma de osa, ella lo reconoció y lo perseguía; él, asustado, huyó de la osa y estuvo a punto de matarla, cuando Zeus se apiadó de ambos y los convirtió en constelaciones situadas en el Polo Norte: ella en la Osa Mayor (fig. 48) , él en el Boyero o Artofílace, es decir, “el guardián de la diosa” (fig. 49).
También llegó Zeus a metamorfosearse en un Sátiro para seducir a Antíope (fig. 50-51), hija del dios-río Asopo o del tebano Nicteo, con la que engendró a Anfión y Zeto, los “Dioscuros tebanos”, expuestos por su madre al nacer, pero reconocidos finalmente como hijos de Zeus y herederos de Tebas, cuyas murallas construyeron con el poder mágico de su música.
Otras veces son las amantes de Zeus quienes sufren una metamorfosis para evitar los celos de Hera y así ocurrió a Ío, hija del dios-río Ínaco o de Yaso. Cuando Hera supo de infidelidad de Zeus con la muchacha argiva, el dios la convirtió en vaca para disimular, pero Hera se la pidió como regalo y la puso bajo la custodia del monstruo Argo Panoptes, “todo-ojos”, un prodigioso ser que tenía cientos de ojos por todo el cuerpo o alojados en su cabeza (fig. 52), pero Zeus envió a Hermes para eliminarlo (Unidad 3.3, fig. 53-54). Hera se apiadó de su fiel servidor y colocó los ojos de Argo en el plumaje de su ave consagrada: el pavo real (fig. 55), pero a Ío la castigó con un tábano que la persiguió constantemente hasta que la pobre vaca-Ío llegó a Egipto y, devuelta su forma humana, tuvo de Zeus a Épafo, ascendente de los héroes fenicios y tebanos (cuadro genealógico nº 6).
Las amantes de Zeus sufren, por lo general, la cólera de Hera, siempre celosa y al acecho de los devaneos amorosos de su insaciable esposo. Un caso extremo fue el de Sémele, hija de Cadmo y Harmonía (cuadros genealógicos nº 3 y nº 7), convencida por Hera de que pidiera a Zeus que se le apareciera en todo su esplendor divino, de modo que muere fulminada por el rayo (fig. 56-57) . Zeus se apresura a rescatar el fruto de su unión y cose el feto en el interior de su muslo, de donde nacerá Dioniso, “el dos veces nacido” (fig. 58), entregado por Zeus a diferentes nodrizas que también desatan la cólera de Hera (Unidad 4.1). Aunque nacido de una mortal, Dioniso se ganará el derecho de ser considerado uno de los dioses Olímpicos (Unidad 3.2) y descenderá a los Infiernos para rescatar a su madre y convertirla en una diosa con el nombre de Tíone.
Mediante sus uniones con mortales Zeus configura, pues, el panteón y las genealogías humanas, pero también se da a placeres no fecundantes y tiene relaciones homoeróticas. La más célebre de ellas es su amor por el troyano Ganimedes, hijo de Tros (epónimo de la Tróade) y hermano de Ilo (epónimo de Ilión, otro nombre de Troya). Zeus se enamora del jovencito y lo rapta transformado en águila (fig. 59-60-61-62-63-64 ), haciéndolo copero de los dioses en el Olimpo, puesto hasta entonces ocupado por Hebe, hija de Zeus y Hera (cf. supra §1.1). A pesar de lo censurable del tema para el cristianismo, no han sido pocos los autores que le han dedicado unas líneas, como, por ejemplo, el siguiente soneto barroco de Juan de Arguijo (Poema 49).
No temas, ¡oh bellísimo troyano!,
viendo que, arrebatado en nuevo vuelo,
con corvas uñas te levanta el cielo
la feroz ave por el aire vano.
¿Nunca has oído el nombre soberano
del alto Olimpo, la piedad y el celo
de Júpiter, que da la pluvia al suelo
y arma con rayos la tonante mano,
a cuyas sacras aras humillado
gruesos toros ofrece el teucro en Ida,
implorando remedio a sus querellas?
El mismo soy. No al águila eres dado
en despojo; mi amor te trae: olvida
tu amada Troya y sube a mis estrellas.