Hesíodo (Teogonía 886-923) ofrece un catálogo de las uniones divinas de Zeus y su correspondiente descendencia (cuadro genealógico nº 3), pero su esposa legítima en toda la tradición es Hera, hija, como él de Crono y Rea (figs. 3-4). Cuenta Pausanias (Descripción de Grecia 9.3.1-2) que, ante los desplantes iniciales de Hera, Zeus fingió que se iba a casar con otra (en realidad una estatua de madera ataviada con ropas de boda) y entonces Hera, irritada y celosa se presentó en la celebración y, al contemplar el subterfugio, aceptó ocupar el puesto del simulacro y consumar el matrimonio. De la unión de Zeus y Hera nacen Hebe, diosa de la juventud entregada como esposa a Heracles (Unidad 5.2), Ares, dios de la guerra, e Ilitía, diosa de los partos. No obstante, según otras versiones algunos de sus hijos nacen por partenogénesis (Unidad 3.2).
Zeus mantiene, además, una constante actividad procreadora con otras diosas. Así, seduce a la titánide Metis, que habría intentado escapar de él mudando su forma (como también hace Tetis con Peleo, vid. Módulo 6), pero finalmente fue fecundada por el dios. Sin embargo, Gea y Urano predicen que el hijo que nacería iba a ser más poderoso que él y lo destronaría, de modo que Zeus se tragó a Metis y en su interior terminó la gestación. Cuando llegó el momento de alumbrar, pidió a Hefesto, Prometeo o Hermes que le abriera la cabeza de un hachazo: de un salto surgió la diosa Atenea completamente armada y profiriendo un grito de guerra (figs. 5-6). De esta manera no solo absorbe Zeus la esencia de Metis (mêtis significa “inteligencia aplicada a la práctica”), sino que controla el nacimiento de su progenie y mantiene para sí el poder (Unidad 3.2). Con la titánide Leto engendra a los gemelos Apolo y Ártemis (fig. 7) y, llegado el momento del parto, la siempre celosa Hera prohibió que ningún lugar de la tierra diera asilo a Leto, poniendo como guardianes a Ares y a la mensajera Iris; solo la isla de Delos, una isla errante, la acogió y le permitió parir en ella (Unidad 3.2). La isla de Delos tiene su origen en la diosa Asteria, hermana de Leto, que también fue amada por Zeus, pero ella, para escapar de su persecución se transformó en codorniz y se arrojó al mar, convirtiéndose en una isla errante. En pago por sus servicios, la isla quedó firme en el Egeo y fue consagrada a los hijos de Zeus, que reciben el sobrenombre de Delio y Delia. Finalmente, de Maya, hija de Atlas y Pléyone, tiene Zeus a Hermes, engendrado en el monte Cilenio de Arcadia, y ya están todos los dioses de la segunda generación de Olímpicos (Módulo 4)
Pero Zeus mantuvo relaciones con otras divinidades. Así, con Temis, titánide diosa de la justicia, tiene a las Moiras, las tres diosas del destino (Cloto, Láquesis y Átropo), que hilan el destino de los hombres en su rueca y cortan el hilo llegado el momento de la muerte (figs. 8-9), aunque según otras versiones son hijas de la Noche (Unidad 2.1), y las Horas (Eunomia, Dice e Irene), que confieren a los hombres la justicia y la paz. Con la oceánide Eurínome engendra a las 3 Cárites o Gracias: Aglaya, Eufrósine y Talía, divinidades de la belleza y el encanto (figs. 10-11-12-13), pertenecientes al séquito de Afrodita y de las Musas. Estas son también hijas de Zeus, engendradas durante 9 noches con Mnemósine, titánide diosa de la memoria, y son, por tanto, 9 las diosas de la música, la literatura y las artes: Clío de la historia, Euterpe de la música, Talía de la comedia, Melpómene de la tragedia, Terpsícore de la danza, Erato de la lírica, Polimnia de los himnos, Urania de la astronomía, Calíope de la poesía épica, habitan en el monte Helicón y suelen aparecer acompañadas de Apolo Musagetes, es decir, “director de las Musas” (figs. 14-15-16-17; Módulo 4). De la unión con su hermana Deméter nace Perséfone (Prosérpina en latín), célebre por ser raptada por Hades (cf. infra §3) y dar lugar a la división del tiempo actual en estaciones.