Zeus es claramente un dios de origen indoeuropeo ya atestiguado en las tablillas micénicas con la raíz *dy- (la misma que aparece en el Júpiter latino) y está relacionada con la luz, el brillo del cielo, pero en el panteón griego representa la soberanía absoluta, a veces con tintes tiránicos, como en el caso del enfrentamiento con Prometeo ( Unidad 2.2). No obstante, Zeus es la divinidad más completa, un dios total cuyo dominio trasciende más allá del ámbito atmosférico de sus atributos y epítetos poéticos (“amontonador de nubes”, “lanzador de rayos”, “el que truena en lo alto”, etc.) y ejerce su influencia en prácticamente todas las actividades humanas, destacando su relación con la realeza, el poder y la justicia, de la que es garante en el pensamiento griego. Además, gracias a una incesante actividad sexual con diosas y mortales, controla su progenie y a los posibles usurpadores, entretejiendo una trama de vástagos divinos y humanos siempre inferiores a él, pero esenciales en el orden patriarcal establecido. No en vano desde Homero es el “padre de dioses y de hombres”. Se le representa como un hombre adulto, barbado, empuñando un haz de rayos y en compañía del águila, su animal consagrado (figs. 1-2).
1. Zeus, padre de dioses y de hombres
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