En el siglo XIX el positivismo profundiza en la imagen evolucionista de la historia característica del Siglo de las Luces, convirtiendo la mitología en una manifestación de la mente colectiva y, por tanto, en objeto de las Humanidades. Uno de los representantes más destacados de esta corriente fue Max Müller (Comparative Mythology, 1856), para quien los dioses de los indoeuropeos y, por extensión, los de cualquier cultura arcaica eran personificaciones de los fenómenos de la naturaleza. Según Müller, ante la visión del cielo y los astros, los hombres primitivos concibieron una vaga idea de divinidad e intentaron expresarla con el lenguaje de la religión y el mito, ya que aún no habían desarrollado la ciencia y la filosofía. La mitología se define como “enfermedad del lenguaje” cuya terapia es la etimología, que permite desentrañar el sentido original de los nombres de los dioses y el significado de los relatos sagrados. Dice Müller (1988:60)
Nosotros hablamos del sol que sigue a la aurora; pero los antiguos poetas no podían hablar más que del sol amante que abrazaba a la aurora. Lo que para nosotros es una puesta de sol, era para ellos el sol envejeciendo, declinando y muriendo. Nuestra salida del sol era para ellos el nacimiento de un hijo brillante de la noche; en la primavera veían realmente al sol o al cielo abrazando estrechamente a la tierra, haciendo llover y derramando tesoros en el seno de la naturaleza.