Cuando a partir del siglo VII a.C. los discípulos de las Musas, comiencen a escribir, dando lugar a los géneros propiamente literarios, no por ello los relatos tradicionales dejarán de jugar un importante papel como mecanismo de cohesión social y de transmisión de valores políticos y éticos. Sin embargo, los viejos mitos deberán resistir el empuje de los nuevos discursos asociados a la escritura - la prosa científica, filosófica e histórica-, que no sólo se apropian de parte de los temas tradicionales del mito, como los orígenes del Universo y de las ciudades y etnias griegas, sino que también proclaman su superioridad en tanto que relatos (lógoi) razonados, no contradictorios y, sobre todo, verídicos.
La ruptura con el mito operada por la aparición de nuevos tipos de discurso no fue acompañada de una distinción clara a nivel terminológico y conceptual. Al respecto, resulta ilustrativo el testimonio de un maestro de retórica, Elio Teón (I a.C.-II d.C.), quien tras definir “mito” como “un discurso falso que figura la verdad”, advierte que los antiguos llamaban a este tipo de narraciones unas veces “cuento” (aínos), otras “fábula” (mýthos) o, simplemente; “relato” (lógos), puesto que “fabular” era sinónimo de “hablar” (Progymnásmata. 73.28-74, 2). Y, en efecto, la palabra mýthos siguió siendo sinónimo de lógos durante toda la época arcaica (siglos VIII-VI a.C.).