El primer historiador conocido, Hecateo de Mileto (VI-V a. C.), ya caracteriza su obra como un relato verdadero, frente a las muchas mentiras que contaban los mitos. No obstante, en la primera mitad del siglo V, Heródoto de Halicarnaso emplea tanto mýthos como lógos para referirse a las fábulas y demás relatos que le parecen absurdos, increíbles o sin fundamento. El historiador considera inverosímiles, por ejemplo, las narraciones griegas sobre las aventuras de Heracles en Egipto tras él mismo haber viajado a este territorio (Unidad 4.2). Ello que no le impide incluir en sus Historias bastantes relatos que tanto los propios griegos como sus lectores modernos considerarían “mitos”. Es más, la causa aducida para el conflicto que enfrentaba a persas y griegos (las Guerras Médicas), arranca y enlaza con el pasado legendario: comerciantes fenicios raptaron a Io, después los griegos raptaron, primero a Europa y luego, a Medea; como contrapartida, el asiático Paris-Alejandro, se llevó con él a Helena y este fue el desencadenante de la primera gran guerra. En cualquier caso, hay que aclarar que Heródoto se limita a recoger lo que otros le cuentan, y que termina la narración manifestando su escepticismo ante tales explicaciones (1.11 ss.).
La crítica a los mitos se hace aún más radical en Tucídides, cuya metodología se basaba en la autopsia - es decir, en la observación y la experiencia directa de los hechos-, en el manejo de documentación y en encuestas a los testigos presenciales. Por ello, rechaza los relatos de los antiguos cuya información ni podía ser contrastada, ni se apoyaba en argumentos verosímiles, entre otras cosas porque su objetivo era más entretener al auditorio que establecer la verdad. Tucídides identifica la memoria histórica como un discurso escrito, definitivo e inmutable, y protegido por su naturaleza visual de los avatares de la transmisión mítica (Detienne 1985: 71 ss.). No obstante, al ocuparse de los orígenes de la Guerra del Peloponeso, objeto de su obra, menciona a Helen, el hijo de Deucalión, como antecesor de los helenos, a Minos y su talasocracia en Creta, y en el transcurso de la narración recoge, puntualmente, algunas leyendas sobre cultos y fundaciones.