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1.2. Un poco de historia

 

Ordenadores, robots, internet, web, navegadores, la nube.... Estos conceptos ya son cotidianos y claves para entender la sociedad actual. Sin embargo, es el resultado de investigación en  diferentes disciplinas que a partir de los años  60 dan forma a estas ideas revolucionarias. En el MIT (el pionero Instituto Tecnológico de Massachusetts) Norbert Wiener introduce el concepto cibernética para explicar los procesos de control y  comunicación entre máquinas y humanos mientras que de forma paralela,  J.C.R. Licklider desarrolla esas teorías para profundizar en la simbiosis del humano-computadora (Isaacson, 2014). 

Cuando Licklider se une al proyecto de la red ARPAnet (un conglomerado de sistemas de conexión por cable con un propósito inicialmente militar), intuye su potencial para convertirse en una red intergaláctica conectada globalmente y mediante la cual, cada uno podría acceder desde cualquier lugar a datos y programas. En poco tiempo, esa idea militar rápidamente se transformó en los protocolos y arquitectura que hoy conocemos como Internet (Isaacson, 2014).

Sin duda, uno de los hitos más importantes en esa maduración tecnológica es la invención de la Web (World wide web) por Tim Berners-Lee en 1991, el gran sistema de información que hoy conocemos. El propio Tim destaca que "el poder de la Web está en su universalidad, un aspecto esencial es el acceso para cualquier persona, independientemente del hardware, software, idioma, ubicación o capacidad" (https://www.w3.org/).

Con todos esos términos y aproximaciones visionarias, no es extraño que también incluyamos términos que usamos de forma cotidiana que proceden de la literatura de ciencia ficción, como el caso del concepto de ciberespacio, utilizado por primera vez en la novela Neuromante de William Gibson en 1984 y que la define como "una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores en todas las naciones, una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano, una complejidad inimaginable, líneas de luz clasificadas en el no- espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información" (Gibson, 1984).

Esa hibridación entre la tecnología emergente (medio realidad y medio imaginación) y la ciencia ficción daría lugar al fenómeno ciberpunk como un género que refleja de forma apocalíptica una sociedad post-tecnológica, donde uno de los máximos exponentes es la novela  ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick (que pasaría a la posteridad con la película Blade Runner de Ridley Scott de 1982) con un argumento que hoy es de actualidad: ¿cómo diferenciar lo humano de lo artificial? (ya sea la persona o las obras que puede realizar). Este fenómeno se tratará más en profundidad en próximos módulos.

Esta relación entre tecnología y ciencia ficción viene alimentada por las posibilidades de cambio radical en todos los procesos:   producción, automatización pero también creativos en sus diferentes visiones actuales: ¿sustituirán las máquinas a las personas? o bien ¿podremos hacer una red de personas que sea más inteligente que cualquier persona de forma aislada?  Sin duda son temas que podrían definir el argumento de muchas novelas.

En el futuro no hará falta ningún trabajo, la IA podrá hacerlo todo

Elon Musk (2023)

La inteligencia colectiva, nuestra mayor riqueza

Pierre Lévy (2016)

 Características y posibilidades como formato creativo 
Las posibilidades conexión que ofrecen las redes (Internet) es un caldo de cultivo para hablar de nuevas formas de comunicación y de pensamiento basadas en tres conceptos claves (de Kerckhove, 1999):

  • Interactividad, facilitando la capacidad participativa de las personas de su entorno mediante la selección, adaptación y control. 
  • Conectividad, favoreciendo la comunicación y colaboración entre personas en diferentes configuraciones espacio-temporales. 
  • Hipertextualidad, diseñando un nuevo lenguaje que facilita el  acceso a cualquier información desde cualquier parte con un formato etiquetado (basado en el lenguaje HTML) adaptado a la circulación por la red.

Estas posibilidades de interconectividad facilitan nuevas formas de colaboración y participación espontánea que Pierre Lévy lo describe como inteligencia colectiva, esto es “la inteligencia grupal que emerge de la colaboración y competición de muchos individuos, en la que existe un saber colectivo que puede potenciarse a través de la tecnología. Esta capacidad permite colaborar a un grupo de personas (de forma consciente o no) para lograr objetivos de alta complejidad” (Lévy, 1997).

La tecnología, como indica Lévy, es el catalizador de estas prácticas colectivas, y su imbricación en todas nuestras actividades cotidianas permite plantear un nuevo término: la cibercultura como la cultura que surge del uso de los nuevos medios para la comunicación, entretenimiento, formación y demás actividades de la vida diaria. Esta redefinición del concepto implica mucho más de lo que inicialmente se podría pensar, y de hecho, afecta a nuestra forma de adquirir conocimientos, ya que nos encontramos con grandes diferencias respecto al pasado. En primer lugar, la renovación del conocimiento es mucho más rápida que en otras épocas y la obsolescencia de los mismos hace que debamos estar en un proceso de reciclado permanente (Lévy, 1997). 

Esa capacidad que posee Internet para conectar personas y crear comunidades online tiene un potencial increíble si somos capaces de canalizar hacia un propósito común.  Henry Jenkins resalta la importancia de favorecer comportamientos de colaboración en red, y lo denomina la cultura participativa (Jenkins, 2006). Esa habilidad o cultura participativa tiene unas características como son:

  • No impone barreras a la expresión artística o al compromiso cívico
  • Se percibe un fuerte apoyo para crear y compartir tus creaciones con otros.
  • Hay cierta colaboración entre los miembros de modo que los más expertos ayudan o aconsejan a los más noveles
  • Cada miembro es consciente que su contribuciones tienen importancia
  • Y existe cierto grado de conexión entre unos y otros (al menos un sentimiento de pertenencia y de cuidado mutuo)

Sin embargo, la interactividad es una característica inherente a  las tecnologías mientras que la participación corresponde a las culturas. Para favorecer esa cultura participativa es imprescindible hacer una alfabetización sobre los nuevos medios para lograr un aprendizaje en conexión. Para ello, es necesaria una alfabetización transmedial ya que ese aprendizaje conectado sucede en multitudes de contextos dentro de la red (Scolari, 2016).

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