Durante el llamado período o estilo “orientalizante” (ca. 725-625 a. C.) aparecen las primeras representaciones mitológicas en vasos cerámicos, combinadas con ornamentación vegetal y figuras de animales. Se trata de esfinges, sirenas, grifos y otros seres fabulosos, cuya iconografía está claramente influenciada por el imaginario teriomórfico de las religiones anatolias, asirio-babilonia y egipcia (fig. 34). Los principales centros de producción estaban localizados en Laconia, Beocia y Corinto, ciudad ésta última donde se creó, en el siglo VII a.C., la técnica “de figuras negras”, llamada así por el color del que se pintaban, contrastando con el fondo claro de la arcilla. Esta técnica fue perfeccionada en Atenas, en los talleres del Cerámico, donde introduce, hacia el 530 a.C., la técnica de “figuras rojas”, que utiliza el color negro para el fondo y los perfiles, y deja sin pintar las figuras. Simultáneamente, se va ampliando el repertorio temático, hasta abarcar los grandes ciclos heroicos.
La decoración estaba condicionada, en cierta medida, por la función del objeto y sus ámbitos de uso. Así, la presencia de Dioniso, el dios del vino, es habitual en los recipientes ligados a su consumo: la crátera donde se mezclaba con agua, el jarro (oinochoe, enócoe) utilizado para escanciarlo, y la copa (kýlix, o cálice) donde se bebía (figs. 35 - 36). En los frascos para los aceites perfumados utilizados en los ritos funerarios y nupciales (lécitos) suelen aparecer, en un caso, Thánatos (la Muerte personificada), Hermes “conductor de almas” (psychopompós) y Caronte, el barquero infernal, y, en el otro, el dios del Amor, Eros, solo o con su madre Afrodita, (figs. 37-38). Las figuras de las diosas abundan en objetos del ajuar femenino, como la cajita de cosméticos (pyxís o píxide) del Metropolitan Museum, decorada con el “Juicio de Paris”, el famoso concurso de belleza donde compiten Hera, Atenea y Afrodita (figs. 39-40-41; Unidad 4.3).
La superficie de las piezas era utilizada por los pintores, unas veces, para representar distintos episodios de un mismo personaje: por ejemplo, el ánfora del museo del Louvre donde, en un lado aparecen Aquiles y su pedagogo, el centauro Quirón, y, por el otro, Peleo y Tetis, los padres del héroe (fig. 42; Unidad 4.3); o la copa del pintor Esón (o Aisón), del Museo Arqueológico Nacional, cuyo exterior está decorado con las hazañas de Teseo y el interior, con la más célebre, la muerte del Minotauro en el laberinto de Creta (fig. 43-44; Unidad 4.2). Otras veces, en el vaso se pintan varios dioses o ciclos, como ocurre, por ejemplo, en otro ejemplar del Museo Arqueológico Nacional, un ánfora del tipo llamado “bilingüe”, por estar pintada con las dos técnicas: en la cara de figuras negras, aparece Dioniso con su cortejo de sátiros y ménades, y en la de figuras rojas, Apolo, su gemela Ártemis, Ares y Afrodita (figs. 45-46).