Mención aparte merecen las tres Gorgonas, hijas de Forcis y Ceto, enemigas del héroe Perseo (Unidad 2.1; 4.1). Hesíodo ofrece la primera descripción literaria de estos monstruos (Escudo, 230 ss.).
El arte figurativo testimonia varios ensayos para hacer visibles a estos seres “indescriptibles y horrendos”. En uno de los testimonios más antiguos, el cuerpo del ánfora proto-ática de Eleusis, las dos Gorgonas que persiguen a Perseo, llevan vestidos largos y tienen cabezas cuadradas, ojos desorbitados y cabellos serpentinos (fig. 8). En un escudo de Olimpia, la Gorgona, de cintura para abajo, es un híbrido con patas de león y cola de pez, pero su cabeza (gorgóneion) posee los rasgos característicos: rostro achatado y deformado por una mueca que enseña los colmillos y la lengua, ojos enorme, alas y cabellos serpentinos (fig. 9). En algunas representaciones, el monstruo tiene, incluso, barba (fig. 10). En el ánfora de Neso (así llamada por la escena representada en el cuello) ya está fijado el canon iconográfico, copiosamente testimoniado en el arte grecorromano, en todo tipo de soportes (acróteras de edificios, escudos, copas, amuletos, etc.) por su valor apotropaico, es decir, de protección contra el “mal de ojo” (fig. 11 y 12).
Aunque la fealdad va asociada al carácter letal de las Gorgonas, hacia la mitad del siglo V a.C., en un vaso del famoso pintor Polignoto, aparece una nueva imagen de Medusa, la única Gorgona mortal: está dormida mientras Perseo se dispone a decapitarla y muestra el perfil de un rostro hermoso; de hecho, aparte de las alas, su figura es la de una mujer (fig. 13). El máximo exponente de esta tipología es la llamada “Medusa Rondanini, la cual, según algunos estudiosos, sería copia del gorgóneion que Fidias esculpió sobre el peto y en el escudo de la Atenea del Partenón (fig. 14; Unidad 3.2). Con esta iconografía concuerda la descripción de Ovidio (Metamorfosis 4.794 ss.).
En el imaginario de la tragedia a las heroínas malvadas y reprobables, como Medea y Clitemnestra, se las comparaba con las Gorgonas y otros monstruos. El mitógrafo Heráclito (Sobre mitos imposibles, 1), por su parte, apoyándose en refranes y expresiones figuradas, explica el mito de Perseo y Medusa de la manera siguiente.
las Gorgonas horrendas e indecibles se precipitaban ansiosas de cogerle (s.e. Perseo). En su cintura, dos serpientes flotaban incurvando sus cabezas hacia delante; como dardos lanzaban su lengua las dos y daban furiosas dentelladas con los dientes mirando de forma salvaje.
Ella era de una belleza resplandeciente y fue esperanza deseada de muchos pretendientes y en toda ella no hubo nada más notable que su cabellera. (…) Se dice que a ella la violó el soberano del mar en el templo de Minerva; se volvió y ocultó con la égida su casto rostro la hija de Júpiter y para que esto no quedara sin castigo, convirtió en repulsivas serpientes la cabellera de la Gorgona.
Dicen que ella convertía en piedra a quienes la miraban y que cuando Perseo le cortó la cabeza, salió un caballo alado. Pero es así: era una cortesana tan bella que quien la veía, se quedaba pasmado, como petrificado. También nosotros decimos “al verla se quedó de piedra”. Pero cuando se presentó Perseo, ella se enamoró, gastó su fortuna y destruyó su propia juventud; y una vez hubo arruinado su juventud y sus bienes, vivió una vejez “de caballo”. Pues la cabeza es la flor de la juventud, lo que le quitó Perseo (trad. M. Alganza Roldán).
Dicen que ella convertía en piedra a quienes la miraban y que cuando Perseo le cortó la cabeza, salió un caballo alado. Pero es así: era una cortesana tan bella que quien la veía, se quedaba pasmado, como petrificado. También nosotros decimos “al verla se quedó de piedra”. Pero cuando se presentó Perseo, ella se enamoró, gastó su fortuna y destruyó su propia juventud; y una vez hubo arruinado su juventud y sus bienes, vivió una vejez “de caballo”. Pues la cabeza es la flor de la juventud, lo que le quitó Perseo (trad. M. Alganza Roldán).