Salvo contadas excepciones (las deidades marinas, el centauro Quirón y Pan) los griegos concebían a sus dioses con una figura perfectamente antropomorfa, lo que diferencia a la religión y la mitología helénicas de las egipcia y azteca, entre otras (figs. 1-2). De hecho, la característica distintiva de los monstruos con los que se enfrentan los héroes, es el hibridismo, bien de varios animales, bien de humano y animal. El primer tipo está representado por la Quimera, que tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente, y los Grifos, con cabeza de águila y cuerpo de león alado; al segundo tipo, el más común en el imaginario griego, pertenecen, entre otros, la Esfinge, una leona, con alas y la cabeza de muchacha, Escila, cuyo cuerpo femenino terminaba una cola pisciforme y tenía varias cabezas de perros rabiosos en la cintura (figs. 3-4-5-6-7), Equidna, la mujer-serpiente, y los Centauros, híbridos de humano y equino (Unidad 2.1; 4.2).
1.2. Antropomorfismo y monstruosidad
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