Hera representa la unión conyugal cuyo fin es procrear descendencia legítima. Así, aunque alumbró cuatro hijos de Zeus - Ares, Hefesto, Ilitía y Hebe-, su papel de esposa oculta casi por completo el maternal: de hecho, las prerrogativas sobre el parto corresponden a su hija Ilitía, en los ritos no se la invocaba como “madre” y tampoco hay imágenes suyas con niños, excepto la del amamantamiento de Heracles (Unidad 4.2; fig. 11). Hera no demuestra afectividad alguna hacia sus hijos: a Hefesto, según una tradición, lo rechazó nada más nacer por su fealdad, arrojándolo desde el Olimpo y dejándolo cojo; tampoco es cariñosa, sino todo lo contrario, con Ares, el que más se le parece por su carácter irascible; utiliza a la obediente Ilitía para vengarse de sus rivales y a Hebe (la “Juventud”), como camarera y para hacer las paces con Heracles ( Unidad 4.2.).
Pese a que, según su Himno homérico, la diosa era venerada “por igual que a Zeus”, la monogamia de los soberanos Olímpicos se basaba en una relación desigual, que exigía castidad a la esposa, permitiendo, en cambio, la promiscuidad sexual del marido. Hera sufrió varios intentos de violación, de los que salió indemne: en la Gigantomaquia la asaltó Porfirión, que fue fulminado por Zeus (Unidad 2.1), y, más tarde, Ixión, rey de los lapitas, pretedió compartir su lecho, pero Zeus los engañó sustituyendo a la diosa por una nube con su apariencia (Unidad 4.2). Hera, por su parte, reivindica la fidelidad conyugal: de ahí su animadversión hacia Helena y Paris, no solo porque él prefiriera a Afrodita en el famoso concurso de belleza, sino por su condición de adúlteros (Unidad 4.3); por la misma razón, persigue implacablemente tanto a las amantes de Zeus como a sus bastardos. Así, por ejemplo, arrebataba a Lamía los hijos que daba a luz, atormentaba y vigilaba a Ío para impedir que el dios se le acercara, retrasó el parto de Alcmena para perjudicar a Heracles, causó la muerte de Sémele cuando estaba embarazada de Dioniso e intentó impedir el nacimiento de los hijos de Leto (Unidad 4.1; 4.2; 3.3).
Pese a la impronta patriarcal del politeísmo griego, los mitos han preservado la figura de una Hera pre-olímpica que, como Gea, era capaz de concebir hijos sola. Según Hesíodo (Teogonía, 927), tuvo a Hefesto sin participación de Zeus, con quien estaba irritada y en Himno homérico III. A Apolo (322 ss.), la diosa explica la causa de su cólera y cómo se iba a tomar la revancha: “¡Miserable taimado! (…) ¿Cómo te atreviste a engendrar tú solo a Atenea, la de ojos de lechuza? ¿No habría podido parirla yo? De hecho, ahora maquinaré cómo va a nacer un hijo mío que se destaque entre los dioses inmortales, sin deshonrar tu sagrado lecho ni el mío”; a continuación, Hera invoca a Gea, Urano y a los Titanes del Tártaro, quienes atienden su ruego y, así, concibe al último enemigo de Zeus, el terrible Tifón, cuya crianza encomienda la diosa a otro monstruo, la serpiente Pito, guardiana del oráculo de Gea que mató Apolo (Unidad 3.3).
La partenogénesis, sin embargo, deja huellas en la anatomía tanto de Hefesto, el dios cojo o patizambo, como en Tifón, cuyas extremidades inferiores eran colas de serpiente (Unidad 2.1; 3.3). Según una variante recogida por Ovidio (Fastos, 230 ss.), también Marte carecía de padre: Juno, irritada con Zeus por el nacimiento de Atenea, le comentó a Flora, la Madre de las flores, su deseo de también parir ella sola, pero permaneciendo casta; la ninfa, entonces, cortó una flor de su huerto y rozó con ella el vientre de la diosa, quien así quedó en estado. Una fuente latina tardía (Mitógrafo Vaticano, 1.204) transmite que Juno concibió a Hebe de una lechuga. En ninguno de estos casos, el embarazo de Hera mancilla el lecho conyugal.
Aunque la Juno romana fue asimilada a Hera, sus epítetos cultuales denotan un mayor equilibrio entre el matrimonio y la maternidad: por una parte, como “Reina” (Regina) y esposa de Júpiter formaba parte de la Tríada Capitolina, los grandes dioses del Estado (Unidad 1.2) y en su advocación de Moneta, actuaba como consejera y protectora del Imperio; por otra parte, Juno Lucina (“la que da a luz”) era la diosa del parto, honrada en la fiesta de las Matronalias, una atribución que, por influencia del modelo griego, terminará compartiendo con Diana; finalmente, la Juno Sospita, identificada con la Uni etrusca, conserva sus primitivas atribuciones en la esfera militar; se la representa con escudo, lanza y una capa de piel de cabra (fig. 12).