Los mosquitos presentan una amplia distribución global estando presentes en la mayoría de las tierras emergidas del planeta, con escasas excepciones como en el caso de la Antártida. Este grupo de insectos presenta una tremenda flexibilidad ecológica con especies adaptadas a todo tipo de ambientes, que van desde bosques pantanosos o llanuras aluviales hasta charcas salinas o pequeñas acumulaciones temporales de agua. La actual situación de cambio global en la que nos encontramos está favoreciendo el movimiento de especies entre diferentes áreas y posibilitando el establecimiento de especies exóticas en áreas distantes de su zona nativa. Esto está cambiando las dinámicas de transmisión de ciertos patógenos y ocasionalmente teniendo graves consecuencias. Tal es el caso de diferentes especies del género Aedes, con representantes como el mosquito tigre asiático Aedes albopictus (Fig. 4) y Aedes japonicus. Ambas especies con orígenes muy distantes y ya podemos encontrarlas en España. En el caso de Aedes albopictus el transporte intercontinental de mercancías como los neumáticos usados, han favorecido el movimiento a larga distancia de esta especie desde su área nativa en el sudeste asiático, y su establecimiento en continentes tan alejados de su área de origen como América o Europa. Su introducción además se ha relacionado con eventos de transmisión local de los virus del dengue y zika. Es también de gran importancia la introducción del mosquito Cx. quinquefasciatus y del patógeno responsable de la malaria aviar, Plasmodium relictum, en las islas de Hawaii. La introducción de estas especies tuvo un impacto devastador sobre las poblaciones de aves de estas islas. La gran mayoría de poblaciones nativas de aves por debajo de 1200m de altura desaparecieron y aún hoy día continúa el declive poblacional de numerosas especies de aves. El hecho de que exista ese límite a 1200 metros de altura es precisamente la incapacidad de Cx. quinquefasciatus para desarrollarse. Esto ha provocado que las poblaciones de aves que encontramos hoy día en Hawaii a baja altura, están principalmente formadas por aves introducidas.

Figura 4. Hembra de mosquito tigre Aedes albopictus en el que puede observase su característico barreado blanco sobre fondo negro.
Fuente: Fotos de Josué Martínez de la Puente.
En cualquier caso, los mosquitos requieren de medios acuáticos para desarrollar sus fases larvarias y de pupa, aunque los requerimientos particulares de cada especie difieren entre sí. Ejemplos de ello lo podemos encontrar en especies comunes en la Península Ibérica. Mientras Aedes caspius, conocido como el mosquito de la marisma, lo encontramos frecuentemente en zonas costeras, estuarios o lagos salinos facilitado por su resistencia a diferentes niveles de salinidad, otras especies como Anopheles atroparvus utiliza masas de agua temporales y naturales con vegetación sumergida y baja contaminación orgánica, entre otras, para el desarrollo de sus fases inmaduras. En otros casos, como en el del mosquito tigre, encontramos especies con una amplia plasticidad en cuanto a los lugares de cría, lo que facilita su capacidad para reproducirse en diferentes recursos hídricos con origen antrópico, que incluyen objetos como floreros o bidones que acumulen pequeñas masas de agua, o imbornales y desagües en los que encuentra lugares de cría ideales en entornos urbanos (González 2022).