2. ¿Qué entendemos por cíborg?

La definición de la RAE, como comprenderemos bien, resulta bastante limitada:

El cíborg es una criatura que está presente en nuestra cultura desde la aparición del término en el ámbito científico en los años 60. De la ciencia saltó a la ficción, donde se desarrolló con bastante éxito, y a partir de ese momento ha sido un objeto de estudio y reflexión tanto en las Ciencias Médicas o la Biomecánica como en los ámbitos de la Filosofía, las Ciencias Sociales o las Humanidades. Su existencia nos hace preguntarnos no sólamente cuáles son los límites del ser humano cuando éste puede modificarse a sí mismo con extensiones tecnológicas, sino más allá, en qué consiste precisamente lo específicamente humano. En un contexto de evolución tecnológica y sociocultural acelerada, que en la transición del XX al XXI denominábamos cibercultura y ahora llamamos más bien posthumanismo hay razones poderosas, relacionadas también con la complejidad y crecimiento del ámbito de las narrativas digitales, para describir y reflexionar sobre el cíborg y los procesos de ciborguización y así poder explorar y disfrutar la libertad del espacio digital (el ciberespacio). El cíborg se ha convertido en la metáfora de nuestra relación con lo tecnológico.

Es evidente que existen diversos tipos de cíborgs más allá de la ficción. Artistas como Neil Harbisson [aquejado de acromatismo y con un chip implantado que permite traducir los colores en tonos, vídeo] han convertido su indagación artística en una exploración de su propia identidad. Encontramos cíborgs también en el campo de  la “restauración” de funciones biológicas o incluso de miembros del cuerpo humano, los llamados cíborgs protésicos: desde los implantes cocleares en personas sin audición, a las prótesis de alta funcionalidad como las empleadas por el atleta sudafricano Oscar Pistorius, que llegó a los Juegos Olímpicos de Londres en 2021.