Gamificar es aplicar técnicas y elementos estructurales del juego a situaciones que no son juegos. Cuando se gamifica una situación pedagógica se pretende construir un aprendizaje significativo, a través de tareas que parecen juegos y, como tales, son divertidas, motivan e implican a sus participantes.
La pedagogía de la gamificación toma sus bases de los elementos estructurales y funcionales del juego. No es posible gamificar sin entender cómo se diseña un juego y cómo se desarrolla, más allá de la posición de los jugadores.
El modelo MDA (Mechanics-mecánicas, Dinamycs-dinámicas y Aesthetics-estéticas) de Hunicke et al. (2004) ofrece una explicación sobre el funcionamiento de los juegos orientada a diseñadores. Para ello, descompone el juego en tres elementos:
Las mecánicas
Son las normas en las que se basa el juego. En la práctica, las mecánicas se definen a partir de: sistemas de puntuaciones, niveles, desafíos, logros…
Las dinámicas
Son las situaciones que se generan a partir de la aplicación de las normas. Se guían a través de una narrativa (o guión[1] guion).
La estética
Es la parte más emocional y tiene que ver con las sensaciones que se pretende despertar en los jugadores.
Estos tres elementos, que hemos definido desde la perspectiva del diseñador, se entienden mucho mejor cuando los observamos como lo haría un jugador:
MECÁNICAS = REGLAS DEL JUEGO
DINÁMICAS = SISTEMA DE JUEGO
ESTÉTICA = EMOCIÓN, DIVERSIÓN…
La gamificación a partir de la manipulación de los elementos de diseño descritos reporta entornos con gran aplicación didáctica. Algunas de las actividades más extendidas son el Escape room y el Breakout. Ambas se conjugan bien con la implementación de la Realidad Virtual.