Las especies exóticas invasoras representan una preocupación mundial. La capacidad para establecerse y convertirse en invasora puede estar influida por diferentes factores, como su ciclo vital o la intensidad de propagación. Sin duda la enorme red de transporte mundial ofrece nuevas oportunidades para que las especies se dispersen, incluso en regiones remotas2. Al crear una nueva conectividad entre los ecosistemas, la actividad humana está creando nuevos nichos ecológicos de adaptación para las especies invasoras y esto representa un factor cada vez más importante en la evolución3.
La realidad es que muchas de ellas pueden llegar a producir un alto impacto ecológico, mediante la alteración de los hábitats, la depredación, la competencia por los recursos o por el hábitat, la transmisión de enfermedades y/o la sustitución de especies autóctonas mediante hibridación, constituyendo una de las principales amenazas sobre la biodiversidad y comportando una pérdida de especies en los últimos años. Las alteraciones pueden ser tan profundas que pueden afectar el funcionamiento de ecosistemas en procesos como la polinización, o el control de las inundaciones.
Además, hay que añadir un impacto económico en los países afectados ya que son capaces de reducir el rendimiento en la agricultura, la explotación forestal o la pesca. Se calcula que, en los últimos veinte años, las especies exóticas invasoras le han costado a la UE al menos 12.000 millones de euros anuales, y la cifra no deja de crecer. Una vez que las especies exóticas invasoras escapan de sus entornos confinados —o se liberan conscientemente al medio natural— hacen falta medios humanos y financieros para reparar el daño que causan y para poner en marcha medidas para erradicarlas o, por lo menos, evitar que sigan propagándose.
El coste asociado a una especie exótica invasora crece exponencialmente si no se erradica de inmediato. Sin una intervención rápida, la especie tiene la oportunidad de extenderse a zonas más amplias y causar daños aún mayores. Pero, típicamente, los costes y los beneficios de las especies invasoras se reparten de una forma muy asimétrica. En general, quienes se benefician de traer especies invasoras a la UE tienen pocos o ningún incentivo económico para minimizar los riesgos que estas especies traen aparejados. En cambio, los costes asociados al control de las especies exóticas invasoras y los daños que causan suelen recaer sobre sectores amplios de la población, como los productores del sector primario, las administraciones públicas o el conjunto de la sociedad 4, 5 .
Los efectos negativos sobre la salud animal y humana son alarmantes, ya que pueden modificar la incidencia de determinadas enfermedades vectoriales, o aumentar la incidencia de alergias y problemas dermatológicos6.
El efecto sobre las especies autóctonas es muy evidente, la gran mayoría no pueden competir, por lo que en algunos casos son desplazadas, depredadas o sencillamente mueren en este proceso. Tenemos multitud de ejemplos en nuestras latitudes, y se les puede encontrar en toda clase de hábitats, tanto terrestres como marinos, de Europa: la Tortuga de Florida (Trachemys scripta elegans), la Rana toro (Lithobates caestbeinaus), la Cotorra gris o argentina (Mylopsitta monachus), la Cotorra de Kramer (Psittacula krameri), el Mapache (Procyon lotor),
El Visón americano (Neovison vison), el Cangrejo rojo (Procambarus clarkii), el Siluro (Silirus glanis), el Alburno (Alburnus alburnus) o la Gambusia (Gambusia holbrooki), Insectos como la avispa asíatica (Vespa velutina) o el mosquito tigre (Aedes albopictus) que en verano afecta a algunas zonas de España convirtiéndose en un problema para la salud de las personas.
Pero no son solo fauna, la flora también puede ser invasora. Estos son algunos ejemplos, el Ailanto (Ailanthus altissima); el Camalote (Eichhornia crassipes); la Caña (Arundo donax); la Azolla (Filliculoides) o el Plumero (Pennisetum setaceum) 7.
En mayor o menor medida, todos los Estados miembros de la UE tienen problemas con las especies exóticas invasoras presentes en su territorio. Se trata de un problema global, de especial importancia en las islas y archipiélagos. Además, los efectos se aprecian en todos los ecosistemas y en gran cantidad de casos desgraciadamente son irreversibles.