Los ojos compuestos están formados por omatidios dispuestos uniformemente. Estos omatidios pueden actuar como unidades sensoriales individuales, ya que cada uno de ellos cuenta con su propia lente para componer una imagen y mandar su propia señal al cerebro. Su número puede variar entre las diferentes especies de mosquitos vectores. Así, existen diferencias en el número medio de omatidios según el sexo y la especie, como en Anopheles stephensi que comprende entre 679 en machos y 720 en hembras, Culex quinquefasciatus con 792 en machos y 833 en hembras, y Aedes aegypti con 776 en machos y 780 en hembras (Singh & Mohan, 2013). Estas diferencias se basan en la biología de cada una de las especies de mosquitos, dependiendo si se trata de especies diurnas o nocturnas, lo que indica que los mosquitos con hábitos nocturnos intercambian sensibilidad por resolución espacial. Cada omatidio tiene ocho células fotorreceptoras, cada una de las cuales posee un orgánulo sensible a la luz llamado rabdómero, en donde se acoplan las rodopsinas, que son unos receptores específicos que inician la transducción visual. Estas rodopsinas son las encargadas de percibir las radiaciones de luz que abarcan desde longitudes de onda larga (λmax >500 nm), corta (λmax 400–500 nm) y UV (λmax <400 nm) (Hu et al. 2011). En general, para detectar a sus hospedadores los mosquitos son especialmente sensibles a longitudes de onda largas (590–660 nm) (Alonso San Alberto et al. 2022).
1.3. ¿Qué nos hace más atractivos a la picadura de los mosquitos?
1.1. Sistema Sensorial Visual
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