Debemos tener claro que toda la comunicación de la ciencia no es igual ni debe denominarse de la misma manera, ni requiere de los mismos factores. Aunque son múltiples los autores que han tratado el tema, para una mayor simplificación seguiremos la distinción de estos procesos que hace Antonio Pasquali, quien propone las siguientes definiciones:
Diseminación: Envío de mensajes, elaborados en lenguajes especializados, a perceptores selectivos y restringidos.
Difusión: Envío de mensajes, elaborados en códigos o lenguajes universalmente comprensibles, a la totalidad del universo perceptor disponible en una unidad geográfica, sociopolítica, cultural, etcétera.
Divulgación: Envío de mensajes, elaborados mediante la transcodificación de lenguajes crípticos a lenguajes omnicomprensibles, a la totalidad del universo perceptor disponible.
Según esta distinción, y centrándonos en el marco de la comunicación científica, la diseminación atañería al flujo de información científica esencialmente entre expertos, es decir, entre los propios científicos, a través de un lenguaje científico especializado. Así ocurre cuando los científicos publican los resultados de sus investigaciones en revistas científicas, o los dan a conocer en reuniones o congresos científicos. Nos referimos, por tanto, al proceso de comunicación de conocimiento científico entre pares.
Por su parte, la difusión haría referencia a la transmisión de información científica por parte de expertos, a audiencias generalmente educadas o instruidas, si bien no necesariamente expertas en el tema, utilizando para ello un lenguaje menos especializado y, por tanto, más accesible a este tipo de audiencia.
Finalmente, la divulgación científica consiste en la comunicación de la información científica, por parte de una serie de actores (entre los que se incluyen científicos, filósofos o periodistas) a la sociedad, al público en general, mediante un lenguaje sencillo comprensible por la generalidad de los ciudadanos.
En definitiva, y por hacer una clasificación más sencilla: tendríamos la comunicación mediada, que necesita un medio de transmisión generalmente, y la comunicación directa, de investigador-público, y aquí encontraríamos la divulgación científica.

Fuente: Carmen Guerrero-CISC
Centrándonos en esta última parte, la de la divulgación y la concerniente a este curso, existe aún hoy en día, aunque cada vez más difuminada, la creencia de una férrea disociación entre ciencias y letras, como si cada persona tuviera que tomar partido por uno de aquellos ámbitos. De hecho, la expresión “Las dos culturas” fue acuñada en 1959 por el físico y novelista inglés Charles P. Snow para expresar el divorcio entre la cultura literaria y la científica que, aunque roce el tópico, no dejade reflejar una patente realidad actual. [1]
Desde el ámbito académico, no obstante, se promulga más que nunca que ciencia, tecnología e innovación son los eslabones de una cadena fundamental para la sociedad de un país desarrollado y necesitan tener su reflejo en la cultura de la ciudadanía. Lo contrario supondría condenar a ésta a un nuevo tipo de analfabetismo funcional, personas incapaces de interpretar las profundas implicaciones económicas y sociales de la ciencia y la tecnología, sin criterio para decidir sobre aquellas materias que, surgidas de algunas investigaciones, plantean novedosos interrogantes sobre los que se hace necesario tomar partido y, como consumidores, están poco preparadas para valorar las innovaciones que incorporan los productos y servicios que ofrece el mercado.
Por otra parte, no se puede esperar que una sociedad alejada culturalmente de la ciencia y la tecnología apueste decididamente por la investigación. Tampoco será fácil que sus empresarios estén preparados para incorporar con rapidez aquellas capacidades tecnológicas que podrían favorecer la innovación y hacerlos más competitivos.
Los divulgadores existen desde siempre. Según el DRAE, el verbo significa “publicar, extender y poner al alcance del público algo”. En ese sentido, los medios de comunicación, así como muchas instituciones y personalidades, son grandes ejemplos. En la actualidad, los divulgadores en general y aquellos que se dedican a la temática de salud en particular tienen herramientas muy valiosas a su alcance que les permiten llegar a grandes audiencias en todo el planeta, y que iremos viendo en este módulo.
La última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología, publicada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) en 2021, revela que el 14,2 por ciento de la población española se siente interesada por los temas de ciencia y tecnología y el 26,2 por los de medicina y salud. En esta edición, fue la pandemia de la Covid 19 la que acaparó el porcentaje más alto: el 46,2 por ciento de los encuestados se consideró interesado en las informaciones relativas a ello.

Gráfica de resultados de la encuesta de la Fecyt publicada en 2021