Los dispositivos hápticos más comunes y básicos son las pantallas táctiles de los teléfonos móviles. Estas pantallas son capaces de captar la posición del dedo del usuario, en función de la cual se realiza la acción. Estos interfaces hápticos son solo de entrada, puesto que la respuesta a la acción táctil es visual o sonora. En algunos casos, los dispositivos devuelven una respuesta háptica en forma de vibración, siendo la respuesta más básica dentro de la gama.
Para que el usuario perciba información háptica virtual, se hace necesario el uso de dispositivos más complejos y especializados, preparados para enviar y recibir información háptica en 3D. De esta forma se puede simular el choque con objetos virtuales sólidos y deformables y proporcionar diferentes texturas.
Existe una amplia gama de dispositivos hápticos en el mercado, los cuales se caracterizan por ofrecer interacción con un elemento virtual a través de un terminal, como un lápiz, dedo virtual o joystick. Esto permite el sentimiento de fuerza al impactar con un objeto virtual, poder apreciar la forma de una superficie al tocar con el stylus y orientar al individuo a través de diferentes direcciones. En definitiva proporcionan retroalimentación de fuerza que percibe el sistema kinestésico o propioceptivo.
Los dispositivos hápticos se dividen en:
Pasivos
Que son aquellos cuya interacción tangible supone retroalimentación para el usuario (Figura 1)
Figura 1
Esquema del sistema de dirección del dispositivo háptico pasivo
Activo
Que son los que generan una retroalimentación propia. Están basados en actuadores, sensores y software especializados para producir esta interacción háptica. A través del tacto activo la persona además de obtener sensaciones, obtiene una información esencial que sirve de apoyo para inferir y tomar decisiones, incluso si no puede contar con el resto de los sentidos; vista y oído, lo que favorece el ambiente inmersivo (Figueroa y Medina-Cortés, 2020).
Figura 2.
Esquema del sistema bidireccional de la interfaz háptica