Formalmente, el derecho islámico malikita (dominante en al-Andalus) excluía a las mujeres del poder público y de casi todos los oficios administrativos. No podían ser jueces, predicadores ni tutoras matrimoniales. Su rol prescrito era cuidar y organizar el hogar. Sin embargo, esta restricción teórica convivió con una realidad mucho más matizada. Muchos hablan de esposas de figuras importantes, poetisas y mujeres de letras, esclavas, mujeres que cantaban...pero me gustaría apostar un rol importante del que no se habla.
Una de las figuras históricas más significativas pero menos conocidas es Umm Amr bint Abi Marwan Ibn Zuhr (siglo XII, m. 1205), médica del período nazarí perteneciente a la célebre familia de médicos Avenzoar. Fue una eminente científica especializada en medicina cuya excelencia en los tratamientos era legendaria. Inicialmente ejerció como médica de mujeres y niños del califa (el rol típicamente asignado a las médicas), pero su maestría se extendió a la consulta en casos de hombres, transgrediendo la barrera que el derecho islámico imponía entre géneros.
La formación de las tabibas (médicas) y qabilas (matronas) en al-Andalus fue notable por ser formal y reglada. Las candidatas debían completar su aprendizaje junto a profesionales experimentados, adquirir una iyaza (licencia para ejercer), y superar exámenes teórico-prácticos firmados por el jefe médico. Una tabiba podía a su vez transmitir su conocimiento, perpetuando una cadena de saber femenino especializado. Sus contribuciones a la obstetricia y al cuidado fueron sistemáticas y profesionalizadas, lo que contrasta con la imagen romántica de la medicina medieval como práctica meramente empírica.
Una de las figuras históricas más significativas pero menos conocidas es Umm Amr bint Abi Marwan Ibn Zuhr (siglo XII, m. 1205), médica del período nazarí perteneciente a la célebre familia de médicos Avenzoar. Fue una eminente científica especializada en medicina cuya excelencia en los tratamientos era legendaria. Inicialmente ejerció como médica de mujeres y niños del califa (el rol típicamente asignado a las médicas), pero su maestría se extendió a la consulta en casos de hombres, transgrediendo la barrera que el derecho islámico imponía entre géneros.
La formación de las tabibas (médicas) y qabilas (matronas) en al-Andalus fue notable por ser formal y reglada. Las candidatas debían completar su aprendizaje junto a profesionales experimentados, adquirir una iyaza (licencia para ejercer), y superar exámenes teórico-prácticos firmados por el jefe médico. Una tabiba podía a su vez transmitir su conocimiento, perpetuando una cadena de saber femenino especializado. Sus contribuciones a la obstetricia y al cuidado fueron sistemáticas y profesionalizadas, lo que contrasta con la imagen romántica de la medicina medieval como práctica meramente empírica.