Cuando pensamos en al-Andalus nuestras mentes se inundan de azahar, jazmín, violetas, sándalo o incienso, esencias que nos transportan al mundo andalusí. El poeta Ibn A'isa en el S. XI nos describe al-Andalus como:
«Una tierra de almizcle, una atmósfera de ámbar, (...) y una lluvia fina de agua de rosas»
Una imagen idílica y evocadora que muchas veces no se correspondía con la realidad.
Sabemos por las fuentes que fueron muchos los productos de origen animal, mineral y vegetal utilizados para aromatizar palacios, mezquitas, hammamat, jardines, etc. Muy loados son los aromas del paradisíaco Nayd granadino en la poesía andalusí. Un patrimonio de aromas que hemos heredado hasta la actualidad, dulces, picantes, suaves o intensos. Pero las ciudades andalusíes no solo olían a azahar, también a otras esencias menos agradables. ¿Cuál creéis que sería el olor de las tenerías y carnicerías instaladas en las orillas del río Darro? ¿Y el de las alfarerías levantadas en la zona del actual realejo?
Pebetero almohade para quemar perfumes. Museo Arqueológico y Etnográfico de Córdoba. Imagen: https://ceres.mcu.es/pages/Main
Adentrémonos en ese patrimonio intangible de aromas, de olores y de esencias, agradables y desagradables. ¿Qué perfumes hemos heredado de al-Andalus? ¿Cómo sería el aroma de las ciudades andalusíes? Hablemos de olores heredados, de poemas que nos describen ese mundo que embriaga nuestros sentidos.
¡Anímate y cuéntanos qué aromas conoces de ese periodo!