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1.2.2. Algunas medidas científico/técnicas

 

En cuanto a las posibles soluciones científico/técnicas para los diferentes impactos negativos, sin entrar en un pormenorizado catálogo de medidas a tomar, a continuación, se comentan algunas de ellas.

En lo referente a la superficie, es importante una planificación adecuada de la explotación para poder devolver el terreno afectado a una morfología lo más similar a la existente antes de su explotación. En este sentido, se suele hacer una retirada y acopio de suelo, de forma que, tras restaurar la morfología del terreno a una topografía lo más similar posible a la preexistente, se cubre con el mismo tipo de suelo, así como con las especies vegetales adecuadas. En este sentido, hacer un inventario de especies, desarrollar un banco de semillas, hacer estudios sobre el tipo de siembra, etc. son prácticas habituales para desarrollar una restauración adecuada tras la explotación del terreno.

En cuanto a las escombreras y vertederos de estériles, es importante seleccionarles una ubicación adecuada. Esta debería estar lo más cercana posible al punto en el que se generan, para reducir los efectos derivados de su transporte. Asimismo, la selección de su ubicación debería reunir un conjunto de requisitos, como ser lugares poco visibles (para minimizar el impacto visual que generan estos montículos, a priori poco estéticos, en el paisaje), ser ubicaciones seguras, tanto para las aguas superficiales y subterráneas (en el sentido de no afectar los cauces naturales de circulación de aguas, no afectar a la calidad de las aguas, etc.) como para las poblaciones (con la adecuada previsión para que en caso de roturas o deslizamientos, no afecten a personas o a bienes). Si es necesario, la base de escombreras o vertederos de estériles puede ser impermeabilizada para evitar filtraciones y, dependiendo de su magnitud, se pueden monitorizar diferentes parámetros (estabilidad, quimismo, etc.) para prevenir accidentes. En ocasiones se cubren para evitar la dispersión del material. Hoy en día, una práctica habitual es usar el material de escombreras y/o de vertederos de estériles para rellenar los huecos de canteras o minas de forma que, a la par que se restauran las perforaciones realizadas, se minimiza el volumen de residuos a gestionar.

En cuanto a los vertidos de aguas procedentes de la actividad minera, es necesario tomar las medidas necesarias para corregir las modificaciones que haya podido sufrir durante su uso en las instalaciones mineras. Para ello, se debe proceder a la eliminación de partículas en suspensión (turbidez), de iones metálicos, de reactivos químicos que se hayan podido utilizar, etc. El proceso de corrección puede variar desde una simple decantación para retirar partículas en suspensión hasta complejos tratamientos químicos o físicos que permitan restituir la calidad del agua antes de su vertido a cauces superficiales o acuíferos subterráneos.

En cuanto al ruido, además del uso de equipos de protección individual para los trabajadores, se pueden desarrollar barreras de protección acústica que eviten la afección a la fauna y a las poblaciones cercanas. En lo referente al polvo, la medida más básica es el riego para evitar que las partículas del suelo pasen al aire en suspensión. Asimismo, las cintas transportadoras de material y, en sentido más amplio, la maquinaria que pueda producir partículas, se deben cubrir con algún tipo de protección que evite la emisión de polvo al entorno. El desarrollo de vegetación a modo de barreras verdes en torno a las explotaciones mineras es de gran utilidad para minimizar los efectos tanto del ruido como del polvo.

En cualquier caso, la filosofía de las actividades mineras hoy en día implica trabajar para minimizar la generación de residuos (tratando de reutilizarlos e incluso en ocasiones intentando ponerlos en valor), la gestión de suelos y aguas pasa por su recuperación integral y, en general, los procesos de producción tratan de ser eco-eficientes. El propio diseño de los procesos implica minimizar la huella ambiental.

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