En las tenerías del Darro se usaba cal viva disuelto en agua, por lo que podemos adivinar cómo es ese olor alcalino característico. Se empleaba también taninos vegetales (del aliso local) o mediante proceso mineral con alumbre, se generaban aromas terrosos pero también algo acre, dependiendo del material empleado. El alumbre disponible en la época producía olores sulfurosos adicionales durante el calentamiento, por lo que aquellas zonas poseían un olor, sin duda, fuerte y agresivo, químicamente hablando. Las carnicerías no tendrían un olor muy distintivo al que olemos en carnicerías comunes, quizá con peor olor debido a menos método antisépticos.
El poeta Ibn A'isa del que nombras tiene razón, pues de los elementos del que habla que caracterizan el olor de Al-Andalus eran, sin duda, bastante usados. Olería también a especias usadas como azafrán, comino o caneta. Romero, menta, lavanda...En las mezquitas, el humo de oud (madera de agarwood), aunque de origen lejano, era considerado purificador tanto del espacio como del alma. Los "hammamat" (baños públicos) utilizaban vapores aromáticos de eucalipto y hierbas que facilitaban la relajación y la limpieza ceremonial.
Heredadas del exterior por comercio, quisiera destacar el olíbano (llamado también en español incienso) y la mirra. El primero se obtiene cuando la corteza de las boswellia, especialmente de las "Boswellia" sacra (que nace en Omán, Yemen y Somalia) se rompe, exudando así unas gotas de resina. En cuanto a la mirra, se extrae de los árboles "Commiphora myrrha"
En al-Andalus era común el uso del estoraque o may’a (Styrax officinale L.), para contrarrestar el hedor. Como medida preventiva contra enfermedades derivadas por la insalubridad que generaba la fetidez, el médico sevillano (también destacado filósofo y poeta– Ibn Zuhr (1094-1162)) prescribía sahumerios con esta planta, madera de aloe indio, incienso o ámbar. El estoraque era importado, puesto que no era posible su cultivación en las tierras de la península ibérica. En medicina se utilizaba en estado de líquido o de textura balsámica. Asimismo, se recomendaban inhalaciones de éste junto con incienso, almáciga, agáloco y otros productos para abrir el apetito y activar las digestiones lentas.
La sandáraca (Callitris quadrivalvis Vent.), en árabe sandarūs, es la resina que fluye de la corteza de la tuya articulada (Tetraclinis articulata Masters) o alerce africano. También se puede designar con este término a la resina de enebro. Fue utilizada a la manera de incienso, perfumando con su agradable olor los lugares sagrados. A su vez, la fumigación de la misma fue habitual como una costumbre apotropaica y taumatúrgica para prevenir epidemias, saneando con ella los interiores y su ambiente.
También de origen vegetal son las maderas, como por ejemplo el agáloco índico que era conocido en al-Andalus como al-’ūd al-hindī o al-‘ūd al-ṭayyib. Esta fragante madera procedía de los árboles de género Aquilaria y Aloexylum y se exportaba desde Oriente. Esto último ocasionaba un elevado coste, por lo que siempre se consideró que se trataba de un producto tan solo utilizado por monarcas. Su resina era usada para la aromatización de mezquitas y, de hecho, según noticias del geógrafo Ibn Ŷubayr (1145- 1217), así se hacía en la Meca. En al-Andalus también fue utilizado para este propósito. Además, esta materia permitía también la elaboración de perfumes y jarabes.
El sándalo o ṣandal fue igualmente muy valioso. Se trata de un árbol con características similares a las de un nogal. Su madera, de color pajizo o marrón-rojizo dependiendo de su origen, produce un agradable efluvio, que según Ibn Māsawayh puede ser dulce, fuerte o inodoro. También el aceite que se puede hallar en el corazón del tronco es apreciado. Esta especie nace en las costas de India y Malasia y en las islas Nicobar y Célebes.