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Foro de debate módulo 3

El perfume de al-Andalus

El perfume de al-Andalus

de Dolores Villalba Sola - Número de respuestas: 4

Cuando pensamos en al-Andalus nuestras mentes se inundan de azahar, jazmín, violetas, sándalo o incienso, esencias que nos transportan a un mundo de olores de disfrute de los sentidos. El poeta Ibn A'isa en el S. XI nos describe al-Andalus como: 

«Una tierra de almizcle, una atmósfera de ámbar, (...) y una lluvia fina de agua de rosas»

Una imagen idílica y evocadora que muchas veces no se correspondía con la realidad. 

Sabemos por las fuentes que fueron muchos los productos de origen animal, mineral y vegetal utilizados para aromatizar palacios, mezquitas, hammamat, jardines, etc. Muy loados son los aromas del paradisíaco Nayd granadino en la poesía andalusí, por ejemplo. Y no debemos olvidar todas esas plantas que eran utilizadas con fines curativos como las que se encontraban en el el jardín del Maristán. 

Un patrimonio de aromas que hemos heredado hasta la actualidad, dulces, picantes, suaves o intensos. Pero las ciudades andalusíes no solo olían a azahar, también a otras esencias menos agradables. ¿Cuál creéis que sería el olor de las tenerías y carnicerías instaladas en las orillas del río Darro?  ¿Y el de las alfarerías levantadas en la zona del actual realejo, con su característico olor a tierra y salitre? 

Incensiario almorávide. Museo de la Alhambra y Generalife. Imagen: https://www.alhambra-patronato.es/incensario-almoravide-una-pieza-unica-en-el-arte-hispanomusulman

Adentrémonos en ese patrimonio intangible de aromas, de olores y de esencias, agradables y desagradables. ¿Qué perfumes hemos heredado de al-Andalus? ¿Cómo sería el aroma de las ciudades andalusíes? ¿Qué usos tendrían estas esencias? Hablemos de olores heredados, de poemas que nos describen ese mundo que embriaga nuestros sentidos. 

¡Anímate y cuéntanos qué aromas conoces de ese periodo!



En respuesta a Dolores Villalba Sola

Re: El perfume de al-Andalus

de Lola Sutil -
En las tenerías del Darro se usaba cal viva disuelto en agua, por lo que podemos adivinar cómo es ese olor alcalino característico. Se empleaba también taninos vegetales (del aliso local) o mediante proceso mineral con alumbre, se generaban aromas terrosos pero también algo acre, dependiendo del material empleado. El alumbre disponible en la época producía olores sulfurosos adicionales durante el calentamiento, por lo que aquellas zonas poseían un olor, sin duda, fuerte y agresivo, químicamente hablando. Las carnicerías no tendrían un olor muy distintivo al que olemos en carnicerías comunes, quizá con peor olor debido a menos método antisépticos.

El poeta Ibn A'isa del que nombras tiene razón, pues de los elementos del que habla que caracterizan el olor de Al-Andalus eran, sin duda, bastante usados. Olería también a especias usadas como azafrán, comino o caneta. Romero, menta, lavanda...En las mezquitas, el humo de oud (madera de agarwood), aunque de origen lejano, era considerado purificador tanto del espacio como del alma. Los "hammamat" (baños públicos) utilizaban vapores aromáticos de eucalipto y hierbas que facilitaban la relajación y la limpieza ceremonial.

Heredadas del exterior por comercio, quisiera destacar el olíbano (llamado también en español incienso) y la mirra. El primero se obtiene cuando la corteza de las boswellia, especialmente de las "Boswellia" sacra (que nace en Omán, Yemen y Somalia) se rompe, exudando así unas gotas de resina. En cuanto a la mirra, se extrae de los árboles "Commiphora myrrha"

En al-Andalus era común el uso del estoraque o may’a (Styrax officinale L.), para contrarrestar el hedor. Como medida preventiva contra enfermedades derivadas por la insalubridad que generaba la fetidez, el médico sevillano (también destacado filósofo y poeta– Ibn Zuhr (1094-1162)) prescribía sahumerios con esta planta, madera de aloe indio, incienso o ámbar. El estoraque era importado, puesto que no era posible su cultivación en las tierras de la península ibérica. En medicina se utilizaba en estado de líquido o de textura balsámica. Asimismo, se recomendaban inhalaciones de éste junto con incienso, almáciga, agáloco y otros productos para abrir el apetito y activar las digestiones lentas.

La sandáraca (Callitris quadrivalvis Vent.), en árabe sandarūs, es la resina que fluye de la corteza de la tuya articulada (Tetraclinis articulata Masters) o alerce africano. También se puede designar con este término a la resina de enebro. Fue utilizada a la manera de incienso, perfumando con su agradable olor los lugares sagrados. A su vez, la fumigación de la misma fue habitual como una costumbre apotropaica y taumatúrgica para prevenir epidemias, saneando con ella los interiores y su ambiente.

También de origen vegetal son las maderas, como por ejemplo el agáloco índico que era conocido en al-Andalus como al-’ūd al-hindī o al-‘ūd al-ṭayyib. Esta fragante madera procedía de los árboles de género Aquilaria y Aloexylum y se exportaba desde Oriente. Esto último ocasionaba un elevado coste, por lo que siempre se consideró que se trataba de un producto tan solo utilizado por monarcas. Su resina era usada para la aromatización de mezquitas y, de hecho, según noticias del geógrafo Ibn Ŷubayr (1145- 1217), así se hacía en la Meca. En al-Andalus también fue utilizado para este propósito. Además, esta materia permitía también la elaboración de perfumes y jarabes.

El sándalo o ṣandal fue igualmente muy valioso. Se trata de un árbol con características similares a las de un nogal. Su madera, de color pajizo o marrón-rojizo dependiendo de su origen, produce un agradable efluvio, que según Ibn Māsawayh puede ser dulce, fuerte o inodoro. También el aceite que se puede hallar en el corazón del tronco es apreciado. Esta especie nace en las costas de India y Malasia y en las islas Nicobar y Célebes.


En respuesta a Dolores Villalba Sola

Re: El perfume de al-Andalus

de Ariadna Navarro Sánchez -
De al-Andalus hemos heredado perfumes como el agua de azahar y el agua de rosas, el uso de incienso, mirra, sándalo, ámbar gris y plantas aromáticas como la albahaca, la hierbabuena o la lavanda, presentes en patios, baños y en la cosmética diaria. Estas esencias se utilizaban tanto para el cuidado del cuerpo como para la salud y los rituales religiosos, pues el perfume se entendía como parte del bienestar físico y espiritual.

Las ciudades andalusíes, tenían una mezcla de aromas muy variada, agradable y áspera al mismo tiempo. En los palacios y jardines, especialmente en los de Granada y Córdoba, el aire estaba perfumado por el jazmín, el arrayán, la rosa y el azahar, que refrescaban la atmósfera. En los hammamat (baños públicos) el vapor se mezclaba con aceites aromáticos y aguas perfumadas, creando espacios donde el olor era parte de la limpieza y la relajación. En las mezquitas se quemaba incienso y madera perfumada, llenando el espacio de un aroma que invitaba a la calma.
Pero junto a estos perfumes delicados convivían olores más fuertes, propios de la vida cotidiana. Las tenerías y carnicerías situadas en las orillas del Darro desprendían un olor penetrante, mezcla de piel curtida, cal, orines, grasa y humedad. En el Realejo, donde se encontraban las alfarerías, el ambiente olía a barro mojado, humo de hornos y salitre procedente de las tierras utilizadas para moldear las piezas. También los zocos y calles comerciales olían a especias, aceites, lana, cuero, animales y personas.

La poesía andalusí escogió recordar sobre todo los aromas agradables, convirtiendo el perfume en metáfora de belleza, nostalgia y deseo. Pero la realidad olfativa era compleja y rica: una ciudad donde el perfume exquisito convivía con los olores del trabajo y la vida diaria. Ese mundo sensorial es parte del patrimonio que aún permanece en nuestras plazas, baños, patios y tradiciones.