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3. Consecuencias de la degradación del suelo

 

La degradación del suelo tiene importantes consecuencias que afectan no solo a aspectos medioambientales, sino también aspectos socioeconómicos muy importantes (destrucción de infraestructuras por avalanchas e inundaciones, empobrecimiento de regiones, migraciones masivas de zonas en las que los suelos han perdido su capacidad de producción, etc.). Sin embargo, este MOOC se va a centrar exclusivamente en las que se refieren al suelo en sí mismo, aunque la dimensión socioeconómica de estas consecuencias se puede deducir en la mayoría de los casos con bastante facilidad.

Una de las principales consecuencias de la degradación de los suelos es la pérdida de nutrientes del sistema (N, P, K, Ca, Mg, S,...). Esta pérdida puede ser directa, mediante la eliminación de los mismos por las aguas que se infiltran en el suelo, ya sea hacia niveles más profundos o hacia las aguas superficiales (por escorrentía lateral); o indirecta, mediante la erosión directa de las partículas del suelo que contienen estos nutrientes o por pérdida de los constituyentes que tienen capacidad de fijar estos nutrientes (arcilla y materia orgánica) de forma intercambiable con la vegetación. Otra consecuencia directa de la degradación de los suelos se relaciona con la modificación de las propiedades fisicoquímicas, mediante procesos de acidificación, des-basificación y bloqueo de los oligoelementos que quedan en el suelo en formas no disponibles; en el caso de la acidificación (fenómeno asociado a zonas industrializadas que aportan sustancias acidificantes como compuestos de azufre o nitrógeno al suelo), se puede producir un incremento de la toxicidad de algunos elementos presentes en el suelo al promover su biodisponibilidad. Una tercera consecuencia directa de la degradación de los suelos es la que tiene que ver con el deterioro de las propiedades físicas; el deterioro de la estructura, que puede estar producido por una compactación del suelo tras un uso intensivo, produce una disminución de la porosidad, que genera una pérdida de la capacidad de infiltración de agua en el suelo y una pérdida de la estabilidad de los agregados del suelo, lo que provoca la formación de un encostramiento superficial y un aumento de escorrentía; estos procesos se asocian también con una disminución de la capacidad de retención de agua del suelo (especialmente importante en regiones como Andalucía, donde las precipitaciones anuales van en descenso) y con un aumento de los problemas de erosión selectiva (de los constituyentes más lábiles como los limos) o de erosión masiva (asociados a la pérdida de la capa superficial del suelo) que, en casos extremos puede llegar a provocar la pérdida total del suelo y, en última instancia, el abandono del territorio (Figura 3).

Figura2_3Figura 3. Suelos irreversiblemente erosionados por un uso antrópico intensivo en la cuenca del lago Bogoria (Kenya) [5].

En líneas generales, los problemas de degradación del suelo generan un empeoramiento de sus propiedades y una disminución de la masa del suelo. Muchas actividades antrópicas perturban las funciones del suelo y los ciclos naturales, de tal forma que se produce un desequilibrio que está afectando a las futuras generaciones y al clima. En definitiva, este desequilibrio tiene dos consecuencias generales importantes: a corto plazo, se produce una disminución de la producción y aumento de los gastos de explotación (el suelo necesita cada vez una mayor cantidad de abonos y cada vez produce menos); y a largo plazo, se puede llegar a la infertilidad total del suelo, lo que puede provocar el abandono y, en zonas semiáridas como las situadas en el sureste de la Península Ibérica, a la desertización del territorio.

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