Introducción
Según el consenso científico actual, el aumento de las temperaturas medias que sufre el planeta está causado, casi en su totalidad, por la acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, como resultado de la actividad humana. Las consecuencias del cambio climático en términos del aumento de las temperaturas medias y de mayor recurrencia de fenómenos meteorológicos extremos, con un impacto económico sustancial, aunque desigual por regiones y grupos económicos, irán en aumento si las políticas de mitigación para frenar —y revertir— las emisiones netas de GEI no se aplican con la suficiente contundencia y con carácter global. Existe una gran incertidumbre sobre la evolución del cambio climático y su impacto económico en el futuro, pero sí hay certeza sobre las graves consecuencias del cambio climático para la vida en el planeta en el largo plazo si no se actúa para contenerlo.
Los riesgos físicos asociados al cambio climático se irán incrementando con el tiempo si no se introducen medidas de mitigación. No obstante, estas medidas tienen también costes en el corto y medio plazo: son los costes de transición asociados a la reorientación progresiva del modelo productivo desde actividades generadoras de carbono y otros GEI hacia actividades descarbonizadas. Además, los costes de transición se distribuyen de manera desigual entre países y regiones, puesto que no todos parten de la misma situación en cuanto a emisiones de GEI, y entre grupos sociales y económicos. Además, los eventuales beneficios de las políticas de mitigación y adaptación se percibirán en un plazo más largo. Hay, por tanto, un desajuste temporal entre los costes y los beneficios de la lucha contra el cambio climático, que dificulta la ejecución de las ambiciosas medidas necesarias para atajarlo, como ilustran algunas estimaciones de los efectos del calentamiento global y de las posibles medidas adoptadas para mitigarlo sobre la actividad a largo plazo.1 Para impulsar la transición energética es preciso aplicar políticas -regulatorias, fiscales, sociales y estructurales- que incentiven y favorezcan los cambios necesarios en el modelo productivo. Entre esas políticas se pueden incluir aquellas medidas orientadas a que los agentes contaminantes internalicen las externalidades de sus emisiones de carbono, como los impuestos sobre el carbono o los sistemas de comercio de emisiones.
Asimismo, se pueden adoptar medidas de protección para los sectores sociales y económicos más expuestos a los cambios estructurales en la producción y el consumo, y de apoyo al esfuerzo inversor que esta transformación económica conlleva. La magnitud de este reto y el carácter global del fenómeno del cambio climático no solo hacen necesario un diseño metódico y certero de las medidas que hay que tomar, sino que requieren que se aborde de manera coordinada y a escala global. Un camino claro, consensuado internacionalmente y con el mayor grado de certidumbre posible es una condición necesaria para atraer la inversión privada que posibilite el cambio. En este módulo de aprendizaje se describen las iniciativas, los acuerdos y los procesos de coordinación internacional para hacer frente al cambio climático, con especial atención a los foros e instituciones internacionales más relevantes. En este contexto internacional se enmarcan las ambiciosas políticas que está desplegando la Unión Europea (UE), que se verá en la unidad 3, y que sitúan a Europa en una posición de liderazgo frente a este desafío global. Pero antes de pasar a detallar el contenido del documento, es preciso hacer una consideración en relación con las consecuencias que puede tener el reciente conflicto entre Rusia y Ucrania sobre la aplicación de las políticas de cambio climático y el proceso de descarbonización.
En lo que respecta a la UE, Rusia es un suministrador muy importante de combustibles fósiles(, y tanto las sanciones impuestas tras el conflicto entre Rusia y Ucrania como el impacto de la guerra en los flujos comerciales y en los precios de los combustibles fósiles podrían dar lugar a desviaciones significativas de la senda planeada hacia la neutralidad climática.
Por una parte, el encarecimiento de la energía, junto con el deseo de eliminar cuanto antes la dependencia energética de Rusia, puede impulsar las energías renovables, al hacerlas más competitivas en relación con los combustibles fósiles, y una mayor eficiencia energética. Por otra parte, los elevados precios del gas y otras fuentes energéticas también podrían significar un retroceso, en la medida en que los costes de la descarbonización sean más difíciles de asumir económica y socialmente, como ilustra el aumento registrado en el consumo de carbón en algunos países. A escala global, el conflicto entre Rusia y Ucrania puede abrir alguna grieta en la cooperación internacional indispensable para luchar contra el cambio climático. Estos acontecimientos ponen de relieve el nexo entre la geopolítica y la lucha contra el cambio climático, y cómo la aplicación de estrategias para reducir la dependencia de fuentes contaminantes y aumentar la diversificación de las materias primas necesarias para producir energía limpia puede estar condicionada por elementos ajenos a la lucha contra el cambio climático. Teniendo en cuenta esta salvedad, en esta unidad de aprendizaje se describe el entramado institucional y las políticas internacionales que sustentan la lucha contra el cambio climático, los principales foros, instituciones e instrumentos, y el contenido de los acuerdos climáticos más relevantes.
En la siguiente unidad se analiza en profundidad cómo la UE está cumpliendo sus compromisos internacionales, al desarrollar un amplio marco de políticas para hacer frente al calentamiento global, que la han llevado a convertirse en el mayor contribuyente efectivo a la reducción de emisiones de GEI.