Los análisis ponen de manifiesto que a España el mosquito tigre llegó primero desde el centro de Italia. Se detectó por primera vez en 2004 en el municipio catalán de Sant Cugat del Vallés por parte del Servei de Control de Mosquits del Baix Llobregat (Cataluña) 19.
Cómo llegó exactamente a la provincia de Barcelona es difícil de asegurar, porque las opciones desde Italia son muchas por vía marítima o terrestre. En todo caso muy probablemente fue una dispersión pasiva utilizando un medio de transporte terrestre por carretera, lo que en general coincide con la expansión posterior de la especie que va apareciendo a lo largo de las grandes vías terrestres.
Sin embargo, puede que a lo largo de la costa mediterránea el mosquito no se haya expandido exclusivamente siguiendo la autopista litoral y saltando a las islas Baleares en ferry. Los análisis genéticos muestran una realidad más compleja. Las múltiples introducciones son frecuentes en las especies invasoras, y esto nos recuerda que después de Sant Cugat del Vallés, la siguiente localidad detectada un año después fue Torrevella, en Alicante a más de 500 km de distancia, pero también la ciudad de Barcelona a apenas unos kilómetros.
La expansión del mosquito tigre y su composición genética no se entienden sin conocer las rutas de transporte comercial y el desplazamiento de turistas.
Por regla general, las poblaciones de las especies invasoras se originan a partir de la introducción de unos pocos individuos. Este fenómeno se conoce como “efecto fundador” dando lugar a poblaciones con poca diversidad genética. Estas poblaciones empobrecidas genéticamente son más susceptibles ante un patógeno, e incluso a los insecticidas en el caso de los mosquitos. Sin embargo, en el caso del mosquito tigre, esta mezcla de mosquitos constante propiciada por el transporte aumenta las posibilidades de que se crucen mosquitos de poblaciones diferentes. Las nuevas combinaciones genéticas no existían en sus poblaciones de origen, aumentando así la diversidad genética de la población. Esto es una clara ventaja para ellos y un problema adicional para la población expuesta, pues la mayor diversidad genética implica más capacidades para adaptarse a los nuevos hábitats que colonizan, para la transmisión de enfermedades e incluso de desarrollar resistencia a los insecticidas 13.