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3.3. REDES DE TRANSMISIÓN DE PATÓGENOS EN CONDICIONES NATURALES: EL CASO DE WNV EN ANDALUCÍA.

Introducción

 El virus West Nile se describió por primera vez en 1937 en Uganda (África), en una mujer que presentaba un síndrome febril en el distrito de West Nile, y de ahí le viene el nombre al virus (Reisen 2013). Durante muchos años se consideró que era un virus con escaso impacto e interés en salud pública y que circulaba principalmente en África, aunque producía regularmente unos pocos casos esporádicos en Europa debido a que era introducido por las aves migratorias. Toda esta situación cambió en 1999 cuando se empiezan a encontrar aves muertas en la ciudad de Nueva York y, a los pocos días, empieza a ingresar gente con síntomas de encefalitis en los hospitales de la ciudad. Al principio se pensó que era un brote producido por el Virus de la Encefalitis de San Luis, un flavivirus que lleva mucho tiempo circulando por el Nuevo Mundo. Sin embargo, los análisis de laboratorio demostraron que se trataba de un virus del viejo mundo que había llegado, todavía no se sabe a ciencia cierta como, hasta Norte América (Reisen 2013). La secuenciación del virus indicaba que estaba muy emparentado con la variante del virus West Nile que había estado circulando 1998 en Israel (Reisen 2013). La explicación más probable es que el virus viajara gracias a algún mosquito viajando de polizonte en avión o a la importación de aves vivas desde Israel o algún otro país cercano hacia Nueva York. En apenas seis años, el virus logro expandirse por toda Norte América y empezó a detectarse en Centro América y América del Sur. En Estados Unidos se calcula que ha producido 52.000 infecciones graves y más de 2.400 muertos (CDC 2022). Hay que tener en cuenta que menos del 1% de las infecciones por West Nile resulta en enfermedad grave mientras que el 80% de las infecciones en humanos son totalmente asintomáticas. También ha producido importantes mortalidades entre las aves, y ha afectado negativamente la conservación y tendencias poblacionales de muchas de ellas (LaDeau et al. 2007). El cuervo americano (Corvus brachyrhynchos) [1] sería una de las especies más afectadas y se estima que su población se ha reducido en un 45% desde la llegada del virus a Estados Unidos (LaDeau et al. 2007). En Europa, la situación es (o era) muy distinta. El impacto del virus West Nile sobre la salud de las aves es muy reducido, aunque se pueden encontrar aves muertas debido a la infección de este virus, principalmente córvidos y rapaces (Pérez-Ramírez et al. 2014, Vidaña et al. 2020). Son mucho más frecuentes los casos de infección en caballos, que cursan de manera asintomática en el 80% de los casos, aunque pueden producir casos de enfermedad, en algunos casos grave en el restante 20%. Si bien durante la segunda mitad del siglo XX se consideraba que el virus West Nile era un virus endémico en África que visitaba ocasionalmente Europa, la información genética recogida en las últimas décadas demuestra que el virus West Nile es endémico en muchos países de Europa (p.ej. Italia, Grecia y España) y está expandiendo su área de distribución hacia el Norte y ha colonizado recientemente Países Bajos y Alemania (Vlaskamp et al. 2020, Balkonyi & Haussig 2020). Existen distintas variantes genéticas del virus, agrupadas en linajes, de los que se han descrito 7 en el mundo (Rizzoli et al. 2015a). En Europa se han detectado casos de infección en humanos asociadas a los linajes 1 y 2 y se han detectado en mosquitos y otros animales otros 2 linajes (Rizzoli et al. 2015a). Por ejemplo, en España se ha detectado virus del linaje 4 en mosquitos, sin que se haya demostrado hasta el momento casos de enfermedad en humanos o caballos asociados a la infección por este linaje (García San Miguel Rodríguez-Alarcón et al. 2021). Además, estudios serológicos realizados en España a finales del siglo XX sugerían la circulación del virus West Nile en áreas de Sevilla y el Delta del Ebro. A partir del 2003 se empiezan a acumular las evidencias de circulación del virus a partir de seroconversiones en aves y la detección de casos de infección en aves, caballos y mosquitos (Figuerola et al. 2022). En el 2004 se detecta el primer caso clínico en humanos, concretamente en Extremadura. En el 2010 se detectan dos casos clínicos en Cádiz y en el 2016, tres casos en el Bajo Guadalquivir (García San Miguel Rodríguez-Alarcón et al. 2021, Figuerola et al. 2022). Desde el 2010 se venían registrando casos de infección en caballos en Andalucía, pero el número de casos de infección en humanos se mantenía muy bajo, hasta que en el 2020 se produce un gran brote con 77 casos de infección grave y 8 muertos y que afecto a municipios de Sevilla, Cádiz y Badajoz (García San Miguel Rodríguez-Alarcón et al. 2021). Desde entonces se vienen registrando cada año algunos casos de infección en humanos.

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