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Actividad 1.Ampliación de contenidos. Faetón, hijo del sol

 

Ovidio (Metamorfosis 2.1-366) ofrece la versión más completa y conocida sobre la leyenda de Faetón (o Faetonte), hijo del Sol (Helios en la mitología griega), a quien en este texto también se denomina Febo, un epíteto del dios Apolo (Unidad 2.1; 3.3). Cuando su madre, Clímene, le reveló quién era su padre, Faetón se presentó en el palacio del Sol y le pidió, como prueba de reconocimiento, que le permitiera conducir el carro con el que, cada día, surcaba la bóveda celestial. Aunque, en un principio, el dios se opuso, terminó por ceder. El padre dio al muchacho detalladas instrucciones y le rogó conducir con prudencia, por la zona central del firmamento.

La Bible des pöetes, Mètamorphose

Imagen: Ilustración de La Bible des pöetes, Mètamorphose (1493-1494), fol. 11r, Bibliothèque Nationale de France, París

Sin embargo, la inexperiencia de Faetón provocó que los caballos se desbocaran y el carro ascendiera demasiado, desviándose del curso habitual, hasta alcanzar las constelaciones boreales. Entonces, presa del terror, Faetón condujo tan abajo que casi calcinó la tierra. Ante el peligro de una catástrofe universal, Zeus-Júpiter lo fulminó. Así describe Ovidio la caída y muerte del joven:

Pero Faetón, con las llamas devorándole sus cabellos resplandecientes, cae girando hacia el abismo sus rubios cabellos, cae girando hacia el abismo y es llevado en un largo recorrido a través de los aires, del mismo modo que a veces puede parecer que cae una estrella del cielo sereno, aunque no haya caído. Y a él lo recibió lejos de su patria, en un mundo muy distinto, el grandísimo Erídano y le lava el humeante rostro.

(Traducción C. Álvarez y R. Mª. Iglesias, Madrid, Cátedra, 20046)

La narración termina con el duelo de las hermanas de Faetón, las Helíades, y su transformación en álamos negros:

Faetusa, la mayor de las hermanas, al querer recostarse en tierra, se quejó de que sus pies se ponían rígidos; la brillante Lampetie, que intentaba llegar junto a ella, fue retenida por una repentina raíz; la tercera, cuando se disponía a desgarrar sus cabellos con las manos, arrancó hojas; esta se duele de que sus piernas están retenidas en un tronco, aquella, de que sus brazos se han convertido en largas ramas; y mientras admiran estas cosas, una corteza rodea las ingles y poco a poco abarca el vientre y el pecho y los hombros y las manos.

(Traducción C. Álvarez y R. Mª. Iglesias, Madrid, Cátedra, 20046)

Siglos antes, Platón (Critias, 22c) había ofrecido una interpretación racionalista de este  mito: 

Se cuenta que una vez Faetón, el hijo del Sol, montó en el carro de su padre y, por no ser capaz de marchar por el sendero paterno, quemó lo que estaba sobre la tierra y murió alcanzado por un rayo. La historia, aunque relatada como una leyenda, se refiere, en realidad, a una desviación de los cuerpos que en el cielo giran alrededor de la tierra y a la destrucción, a grandes intervalos, de lo que cubre la superficie terrestre por un gran fuego. Entonces, el número de habitantes de las montañas y de lugares altos y secos que muere es mayor que el de los que viven cerca de los ríos y el mar. (…) Pero cuando los dioses purifican la tierra con aguas y la inundan, se salvan los habitantes de las montañas, pastores de bueyes y cabras, y los que viven en vuestras ciudades son arrastrados al mar por los ríos.

(Traducción de F. Lisi, Madrid, Gredos, 1992).

Con todo, las Metamorfosis han sido la principal fuente de inspiración de las recreaciones de este episodio en las literaturas europeas y en la tradición artística, particularmente numerosas a partir del siglo XV y, en general, con una intención moralizante, como ejemplo y advertencia contra la imprudencia, la ambición temeraria y la soberbia. En la literatura española de los Siglos de Oro trataron el tema, entre otros, el Conde de Villamediana, Pedro Soto de Rojas, Lope de Vega y el sevillano Juan de Arguijo (1567-1622), autor del siguiente soneto, A Faetón.

La peripecia de Faetón fue llevada a la escena por Pedro Calderón de la Barca en la comedia El hijo del Sol, Faetón, representada en el Palacio Real de Madrid, en 1688.  Poco antes, en 1683, se había estrenado en Versalles la tragedia musical Phaëton de Jean-Baptiste Lully, a la que pertenecen estos fragmentos interpretados por The Galileo Project:  https://www.youtube.com/watch?v=mJkoQjyy8YQ.

Como ilustración del motivo en las artes plásticas, podemos citar los cuatro frescos basados en el pasaje de las Metamorfosis de Julio Aquiles y Alejandro Mayner (1539-1546) en el Peinador de la Reina, de la Alhambra de Granada. Estos dos cuadros representan a Júpiter fulminando al muchacho y la metamorfosis de las Helíades: 

FOTOS

Foto 2

La caída de Faetón fue plasmada por grandes maestros de la pintura como Julio Romano (1532-1535), Guido Reni (1596-1598) y Pedro Pablo Rubens (1605). Este último sirvió de inspiración a la obra de Jan Carel van Eyck (1639-1638), perteneciente al Museo del Prado:

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Siglos más tarde, la misma escena fue recreada por dos pintores simbolistas franceses,  Gustave Moreau (Phaéton, 1878, Museo del  Louvre)  y Odilon Redon (Phaeton, 1909-1910, colección particular):                          

Phaéton, 1878, Museo del  Louvre)

                        5

Pudo quitarte el nuevo atrevimiento,
bello hijo del Sol, la dulce vida;
la memoria no pudo, qu’extendida
dejó la fama de tan alto intento.
Glorioso aunque infelice pensamiento
desculpó la carrera mal regida;
y del paterno carro la caída
subió tu nombre a más ilustre asiento.
En tal demanda al mundo aseguraste
que de Apolo eras hijo, pues pudiste
alcanzar d’él la empresa a que aspiraste.
Término ponga a su lamento triste
Clímene, si la gloria ganaste
excede al bien que por osar perdiste.

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