Saltar la navegación

Actividad 2. Ampliación de contenidos

ALEJANDRO MAGNO, ENTRE LA HISTORIA Y EL MITO

El Diccionario de la lengua española de la Real Academia recoge, como 3ª. acepción de “mito”, la siguiente definición: Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima. De acuerdo con ello, se habla, por ejemplo, del “mito de Marylin Monroe” o “de Messi”, del “mito del Progreso”, “del Comunismo”, “de la Democracia”, “de la Ciencia”, “de la Informática”, etc.  

Los personajes, acontecimientos y conceptos “mitificados” pueden serlo de manera efímera o bien, sempiterna. A esta última categoría pertenece Alejandro III de Macedonia (353-323 a. C.), conocido como el “Magno” o el “Grande”, que fue visto por sus contemporáneos como la reencarnación de los héroes mitológicos y tras su muerte, se convirtió en una leyenda. En efecto, en el transcurso de los siglos su figura ha generado una copiosa producción literaria e historiográfica, ha sido plasmada en el arte y, más recientemente, llevada a la pantalla cinematográfica.

Así glosa su importancia y significación Diodoro de Sicilia, una de las principales fuentes antiguas (Biblioteca histórica, 17.1. 3-4).

Aparte de Diodoro, en la Antigüedad escribieron biografías de Alejandro, en griego, Plutarco y Arriano y, en latín, Quinto Curcio y Justino. En el siglo III un autor anónimo, conocido como Pseudo Calístenes, compuso, en tono novelesco, la Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, obra que en los siglos siguientes se hará muy popular y será imitada en distintas lenguas (griego, latín, armenio, eslavo antiguo, siriaco, persa, árabe antiguo y etíope). Entre las versiones medievales, cabe citar la latina de León de Nápoles (s. XII) y, en castellano, el Libro de Alexandre (primera mitad del siglo XIII).

Los historiadores grecorromanos no pasaron por alto la genealogía ilustre de Alejandro: por su padre Filipo, descendía de Témeno de Argos, un tataranieto de Heracles; y por su madre Olimpia (u Olímpíade), princesa real del Epiro, de Aquiles.

foto

Imagen: Filipo, Olimpia y Alejandro, fotograma de Alexander, dir. Oliver Stone, 2002

Plutarco recoge una serie de sucesos prodigiosos relacionados con su concepción (Vida de Alejandro, 2. 5-6; 3, 1-2).

El pasaje de Plutarco fue plasmado por Giulio Romano en un fresco del Palazzo Te, de Mantua (1524):

foto

Según el Pseudo Calístenes (1.1-7), el verdadero padre de Alejandro fue Amón-Ra, el dios egipcio identificado con Zeus-Júpiter y, para mantener relaciones con Olimpia, se valió de uno de sus sacerdotes: Nectanebo se revistió un vellocino muy suave de carnero y sobre las sienes, los cuernos de este animal, que parecían de oro, y un cetro de ébano, una túnica blanca y un manto brillante del color de las serpientes. Y entró así en el dormitorio donde estaba echada sobre el lecho Olimpíade (…) Y se presentaba a la reina todas las veces que ella se lo pedía, haciéndole creer que era el dios Amón (Traducción M. Alganza Roldán).

foto

Imagen: Busto de Zeus-Amón (s. II d.C.), National Museum, Liverpool

Igualmente extraordinario fue su nacimiento: Olimpíade, con un grito más fuerte que el mugido de una vaca, dio a luz a un hijo varón, con feliz fortuna. Al caer el niño al suelo hubo un acordado retumbar de truenos y relampaguear de rayos capaces de agitar el universo entero (Pseudo Calístenes, 1. 12. Traducción C. García Gual, Madrid, Gredos, 1988). Plutarco (3. 7-9) cuenta que aquel día Filipo recibió tres noticias: la victoria de sus ejércitos en Iliria, la de un caballo suyo en la carrera de los Juegos Olímpicos y el natalicio de su hijo. Los adivinos pronosticaron que el niño que había nacido coincidiendo con estas victorias, iba a ser invencible.

Cuando creció, Alejandro no se parecía ni a Filipo ni a su madre: Tenía cuerpo de hombre, pero la melena, de león; los ojos, de distinto color: el derecho, de tonos oscuros, y el izquierdo, glauco; los dientes, afilados, como de serpiente, y en su forma de caminar se reflejaba la bravura de un león (Pseudo-Calístenes, 1.13. Traducción C. García Gual, Madrid, Gredos, 1988). 

Estos rasgos físicos lo asemejan a su antepasado mitológico, el gran Heracles. De hecho, algunos mosaicos hallados en el Palacio real de Pella, su ciudad natal, recuerdan las representaciones de los Trabajos del héroe, por ejemplo, la caza del león de Nemea y de la cierva Cerinía (Unidad 4.2).

                                                                                                          la caza del león de Nemea     

                                  Caza de la cierva Cerinía

En las acuñaciones monetarias de su reinado se le suele retratar como Heracles: véase, por ejemplo, esta moneda de plata, en cuyo anverso Alejandro lleva la piel del león, mientras que en el reverso aparece la figura de Zeus, el padre de Heracles y, según las leyendas,  también del macedonio:  

      Imagen: Moneda de plata, de Alejandría (326-323 a.C.), British Museum, Londres

Moneda de plata

De hecho, Plinio (Historia Natural, 35.92) dice que Apeles, el más famoso de los pintores antiguos (s. IV a.C.), lo pintó en el templo de    Ártemis en Éfeso portando el rayo, el principal atributo del soberano Olímpico. Plutarco critica el cuadro diciendo (4.1-8): Apeles, al  pintarle portando un rayo, no acertó con el tono del color, sino que lo retrató más moreno y oscuro de piel, siendo él, según dicen, de tez blanca y especialmente sonrosada por el pecho y la cara. Su cutis expiraba fragancia y su boca y todo su cuerpo desprendían buen olor” (Traducción M. Alganza Roldán). Los historiadores del arte consideran que, probablemente, este fresco pompeyano está inspirado en el cuadro perdido de Apeles: 

Alejandro Júpiter

Imagen: Alejandro-Júpiter (s. I d. C.), Casa dei Veitii, Pompeya

Según otra leyenda, coincidiendo con el nacimiento de Alejandro se había incendiado, precisamente, el templo de Ártemis en Éfeso, lo que los magos caldeos consideraron como el presagio de una gran calamidad para Asia entera. Y no se equivocaron: tras la muerte de Filipo, Alejandro organizó una expedición contra los persas, los venció en famosas batallas, dio muerte en combate al rey Darío III y conquistó su Imperio.

Al inicio de la campaña, el joven rey se detuvo en Troya para visitar la tumba de Patroclo, el amado de Aquiles, en compañía de su amigo Hefestión; entonces, según los historiadores antiguos, afirmó que ellos eran como los dos héroes cantados por Homero. Y, cuando Hefestión murió, Alejandro lanzó a la pira sus armas e hizo arder junto con el cadáver oro, plata y las ropas que tanto prestigio tenían entre los persas. Se cortó su melena, dando rienda suelta a una pasión propia de Homero e imitando al Aquiles del poeta (Claudio Eliano, Historias curiosas, 7. 8. Traducción J. M. Cortés Copete, Madrid, Gredos, 2006).

Más tarde, al igual que Heracles, Teseo y Aquiles (Unidad 4.2; 4.3), se encontró con las Amazonas e, incluso, se decía que tuvo un hijo con su reina, Talestris. Este episodio figura tanto en algunas fuentes históricas, como en las versiones medievales, por ejemplo, en el Libro de Alexandre (1863-1864)

Una vez dueño del Imperio persa, Alejandro organizó un festejo dionisiaco en el curso del cual incendió su capital, Persépolis. A continuación, se adentró en el continente, llegando por el norte hasta la frontera del actual Tibet y por el este, a orillas del Indo. En el curso de la campaña fundó varias ciudades con su nombre y se enfrentó con pueblos bárbaros, algunos de ellos, según el Pseudo Calístenes (3. 28), monstruosos.

Imágenes: Miniaturas de Le Livre et le vraye hystoire du bon roy Alixandre (París, ca. 1420), British Library, Londres

Pero no disfrutó mucho tiempo de sus conquistas, sino que, cuando regresaba a su patria, murió en Babilonia: según unos, porque, como Heracles, bebía y comía sin medida, según otros, fue envenenado. Pero, de acuerdo con las leyendas recogidas Quinto Curcio, lo hizo “oliendo a gloria” (Historia de Alejandro Magno, 10.10):

Muerte de Alejandro

Imagen: “Muerte de Alejandro”, fotograma de Alexander the Great (1955), de R. Rossen

En un corto espacio de tiempo este rey llevó a cabo grandes empresas y por su inteligencia personal y bravura sobrepasó por la grandeza de sus hazañas a cuantos reyes se tiene recuerdo desde siempre. En efecto, en doce años conquistó no poca parte de Europa y casi toda Asia y, justamente, consiguió una gloriosa fama, similar a la de los antiguos héroes y semidioses (Traducción M. Alganza Roldán).

Antes de entrar a la cámara nupcial, le pareció a la novia que hubo un relámpago y un rayo vino a caer en su vientre (…) Y Filipo, algún tiempo después de las nupcias, soñó que estampaba en el vientre de su esposa un sello que le tenía grabada la imagen de un león (…) Se cuenta que en cierta ocasión vio a una serpiente que yacía al lado de Olimpia, mientras ella estaba acostada, y a partir de ese momento rara vez acudió a dormir con ella (…) También dicen que Filipo envió a Querón de Megalópolis a Delfos a consultar el oráculo del dios: le respondió que hiciera sacrificios a Amón y venerara especialmente a esta divinidad; además, predijo que perdería el ojo con que a través de la rendija de la puerta había sorprendido al dios en forma de serpiente solazándose con su mujer (Traducción M. Alganza Roldán).

Allí vino al rey una rica reina,
señora de la tierra que le dicen femenina;
Talestris la dijeron desque fue pequeñina:
non trajo un varón solo por melezina.
Trajo trescientas vírgenes en caballos ligeros,
Que non le darían lid a sendos caballeros;
Todas eran maestras de fer golpes certeros,
De tirar las ballestas e echar escuderos.

Nos retiramos hacia el mar Rojo y el río Teonte (…) Por allá ya no se podía distinguir ni la tierra ni el cielo.Eran muchas y diversas las tribus que allí habitan. Vimos a los hombres de cabeza de perro y a los descabezados, que tienen en medio del pecho los ojos y la boca, y a otros hombres con seis brazos y cabezas de toro, y a los trogloditas (…) y a otros tan velludos como cabras y con rostro de león, y otros animales feroces y de aspecto extraño (Traducción C. García Gual, Madrid, Gredos, 1988).

Hacía ya seis días que el cadáver de Alejandro yacía en su féretro, olvidados todos de los solemnes deberes, preocupados como estaban únicamente de consolidar el régimen político. Ahora bien, no hay otra región en la que el calor sea más intenso que Mesopotamia (…) Lo que voy a contar es fruto de una tradición más bien que digno de fe: cuando, por fin, los Amigos tuvieron tiempo libre para dedicarse a rendir sus cuidados al cadáver, lo encontraron sin muestras de corrupción (…) Ni siquiera la lozanía que es fruto del soplo vital, había abandonado los rasgos de su rostro. Así pues, los egipcios y los caldeos que habían recibido la orden de embalsamar el cadáver siguiendo las costumbres nacionales, al principio no se atrevieron a poner sus manos encima, como si todavía respirara. Después, tras haber suplicado que los dioses y los hombres les permitieran a ellos, simples mortales, el poder tocar a un dios, limpiaron el cadáver, llenaron de perfumes el sarcófago de oro y colocaron sobre la cabeza del rey los emblemas de su fortuna (…) El cadáver de este fue transportado por Ptolomeo, a quien le había correspondido Egipto, a Menfis y desde allí, pocos años después, a Alejandría donde su recuerdo y su nombre gozan de toda clase de honores (Traducción F. Pejenaute Rubio, Madrid, Gredos, 1986).

Antes de entrar a la cámara nupcial, le pareció a la novia que hubo un relámpago y un rayo vino a caer en su vientre (…) Y Filipo, algún tiempo después de las nupcias, soñó que estampaba en el vientre de su esposa un sello que le tenía grabada la imagen de un león (…) Se cuenta que en cierta ocasión vio a una serpiente que yacía al lado de Olimpia, mientras ella estaba acostada, y a partir de ese momento rara vez acudió a dormir con ella (…) También dicen que Filipo envió a Querón de Megalópolis a Delfos a consultar el oráculo del dios: le respondió que hiciera sacrificios a Amón y venerara especialmente a esta divinidad; además, predijo que perdería el ojo con que a través de la rendija de la puerta había sorprendido al dios en forma de serpiente solazándose con su mujer (Traducción M. Alganza Roldán).

Creado con eXeLearning (Ventana nueva)