El calificativo de "inteligente" para describir sistemas informáticos es un término que puede ser un tanto ambiguo, y a menudo se usa de forma exagerada o imprecisa. Si bien puede ser útil en ciertos contextos, hay varias razones por las que se puede cuestionar su uso.
En primer lugar, "inteligente" implica una capacidad para razonar, aprender y adaptarse de manera similar a los seres humanos, algo que, aunque posible en ciertos casos con el uso de algoritmos de aprendizaje automático o inteligencia artificial, aún está lejos de alcanzar la complejidad cognitiva de un ser humano. Los sistemas informáticos no tienen conciencia ni comprensión profunda; simplemente siguen patrones y reglas establecidas en sus programas.
Además, muchos de los llamados "sistemas inteligentes" funcionan de manera muy específica y dentro de un dominio restringido. No tienen flexibilidad para transferir habilidades o conocimientos de un área a otra (por ejemplo, una IA que puede jugar ajedrez no puede necesariamente escribir un ensayo o hacer una recomendación de película con la misma efectividad). Por lo tanto, hablar de "inteligencia" en estos términos puede ser un poco confuso, ya que la inteligencia humana involucra procesos complejos y multifacéticos como el juicio, la emoción, la moralidad, etc., que los sistemas informáticos no poseen.
En resumen, el uso de "inteligente" puede ser útil para fines de marketing o para facilitar la comunicación, pero debe tomarse con precaución. Los sistemas informáticos actuales son sofisticados y potentes, pero su "inteligencia" es muy diferente de la humana.