Las interfaces para usuarios con discapacidades se clasifican en tres tipos según su nivel de adaptación:
- Interfaces no adaptadas. Gran parte de las interfaces no adaptadas las pueden usar personas con alguna discapacidad sin necesidad de ninguna adaptación. Por ejemplo: pulsadores, conmutadores y mandos a distancia se instalan fácilmente en una silla de ruedas, el control mediante órdenes de voz es adecuado para discapacidad visual o movilidad reducida, y las pantallas táctiles y teclados de conceptos son interfaces sencillas de usar y apropiadas en casos de discapacidad intelectual.
- Interfaces adaptadas. Se trata de modificar elementos de control convencionales. Por ejemplo, acoplar un mando o una tableta a una silla de ruedas o situarlos a una altura adaptada.
- Interfaces especiales. Son interfaces especiales diseñadas para cubrir las necesidades concretas de la persona con discapacidad. Por ejemplo detectores especiales, indicadores sonoros y visuales, pulsadores accionados mediante pie, puño, cabeza, codo, mandíbula, etc., pulsador de soplo, pulsador de varilla, pulsador de sonido o pulsadores especialmente grandes y robustos. También son necesarias alternativas a los periféricos de ordenador, basadas en hardware como teclados y ratones especiales, sobreteclados y licornios o basadas en software como emuladores de teclado y/o ratón con control mediante movimiento ocular, movimiento de los párpados, voz o gestos faciales, lectores de pantalla con voz, o subtítulos para sustituir el audio.
Las interfaces adaptadas y especiales deben convivir con sistemas convencionales para el resto de usuarios.
